El guiño diabólico del pasado

El gol de Domingos Duarte en el Barça - Granada del Camp Nou

El gol de Domingos Duarte en el Barça - Granada del Camp Nou / Valentí Enrich

Carme Barceló

Carme Barceló

Creo que es la primera vez desde que nació mi hijo, allá por el 99, que he encontrado la forma de explicarle como era el Barça antes del ‘Dream Team’, de Messi, del ‘sextete’, del estilo, del ADN y de los mejores años de nuestras vidas culés. Le veía ayer, con los brazos caídos, y era la fotocopia en color de un equipo gris. En paralelo, me fijaba en los gestos de Ronald Koeman, en ese lenguaje no verbal devastador que cruzaba protestas por pérdidas de tiempo del rival con la impotencia propia. Un equipo perdido, vulgar, descosido desde hace tiempo y mal remendado.

Allí estaba el técnico holandés, con una cuartilla doblada en la que apuntaba un desastre tras otro. Eran como aquellos folios reciclados que en el 85, recién ganada la Liga de Venables y cuando una servidora aterrizó en esta bendita profesión, nuestro apreciado Jose partía por la mitad y los dejaba sobre una mesa para que los periodistas tomáramos notas. Tiempos sin teléfonos móviles, con tres cabinas de monedas en la misma entrada de los vestuarios, en las que a veces hasta los jugadores respondían preguntas en directo para las emisoras de radio. Aquellos tiempos rácanos de fútbol, donde cada paso hacia adelante suponía dos atrás, y que tras el deseado título liguero llegó la catástrofe de la final de la Copa de Europa en Sevilla.

El partido ante el Granada me retrotrajo al “que suba Alexanko” y al público desfilando ya en el minuto 70 para evitar atascos. “Total, para lo que hay que ver”, se lamentaba el respetable. Y le contaba a mi hijo que aquel balón con el que jugaba el público tras el 0-3 ante un Bayern con una marcha menos, era el pan de cada día en el Camp Nou hace algunas décadas.

Koeman tiene los días contados. Está sobrepasado, sentenciado y debilitado. Pero el equipo, también. Las lesiones, la moral y las ausencias lo han roto en mil pedazos. Esta etapa de transición se me antoja más dura de lo que imaginaba. El caos reina en todos los estamentos del club. Al presidente que tenía un plan desde enero, con los números facilitados por Carles Tusquets que no dejaban lugar a dudas, tampoco le alcanza. También se abona al “es lo que hay” mientras repite gestos de antaño entre comunicados de indignación y reuniones de madrugada. Un pasado que creíamos superado le ha hecho al Barça un guiño diabólico. Al menos, por un tiempo. Sálvese quién pueda.