Opinión
Guardiola, víctima de la frustración y la impotencia
Renovó más por agradecimiento que por convencimiento

Pep vive días complicados al frente del Manchester City / Associated Press/LaPresse / LAP
La caída estrepitosa en la Champions marca un antes y un después. El City está en decadencia y Guardiola queda tocado. No es una mala racha de resultados ni una crisis de juego, es mucho más, es el final de un ciclo. Esto no se arregla con tres fichajes de invierno. La situación es tan irreversible que necesita una reconversión a fondo que requerirá muchos millones y mucha paciencia.
El equipo se ha hecho viejo por no saber renovarlo a tiempo, las fuerzas se han acabado. Un drama que tiene una solución complicada. No es la primera vez que pasa, un gran equipo que lo ha ganado todo y de golpe cae al vacío. Lo sorprendente, lo extraño, es que esto le haya pasado al técnico de Santpedor, que no lo viera venir.
Guardiola vive el momento deportivo más complicado de su carrera. Jamás se había encontrado en la situación tan crítica, una mezcla de frustración e impotencia. No ha sabido aprovechar la experiencia. Estuvo cuatro años en el Barça, ganó todos los títulos posibles y se marchó por decisión propia. "Me voy antes de que acabemos mal". Se tomó un periodo sabático y se fue a Múnich. Dirigió tres temporadas al Bayern y ganó tres Bundesliga. En Inglaterra cumple su octava temporada, todo un récord. Cogió un City que no ganaba nada y suma dieciocho títulos, con la Champions incluida. Todo hacía pensar hace unos meses que no renovaría contrato, que daría por finalizada su etapa en Manchester y se tomaría unas merecidas vacaciones.
Los petrodólares le han traicionado. Le pusieron delante un contrato de dos años y 60 millones. Y no supo rechazarlo. Renovó más por agradecimiento que por convencimiento. No saber marcharse a tiempo es un error, no es coherente con lo que hizo en el Barça y en el Bayern. Dicen que está arrepentido. Pep necesita estar ilusionado para ser feliz y ahora no es feliz ya que el City ha perdido competitividad, talento, hambre de títulos.
Los técnicos se queman apretando cada día más a sus jugadores. Cuando lo has ganado todo, cuesta mucho mantener el nivel de exigencia al máximo. El que ha sido durante muchos años el mejor entrenador del mundo sufre ahora con su trabajo, y lo pasa mal. Es un ganador y no se quiere marchar como un perdedor. No quiere escuchar a los que le aconsejan que renuncie a la renovación.
Hoy Pep tiene otra prueba de fuego importante y peligrosa, recibe en su estadio al líder de la Premier, el poderoso Liverpool. Es la oportunidad de levantar cabeza o de caer en el pozo. Renovar el título ya es un imposible -está a 17 puntos del liderato-, la única meta que les queda esta temporada es clasificarse entre los cuatro primeros para asegurar un puesto para la próxima Champions, un objetivo que se daba por seguro hace unos meses pero que tendrá que pelear hasta la última jornada.
¡City, quién te ha visto y quién te ve! De la gloria al purgatorio intentando escapar del infierno. Y con Guardiola en el ojo del huracán.
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