La gran fiesta nudista

Florentino Pérez, presidente del Real Madrid

Florentino Pérez, presidente del Real Madrid / EFE

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

Florentino es el señor feudal de un enorme castillo que ahora ha reformado a lo grande y a cuyos pies viven sus plebeyos riéndole las gracias para mantener su pequeño mundo a salvo. Le ríen tanto las gracias y las aplauden de forma tan sonora que han acabado por hacer creer al propio Florentino que no hay señor feudal más poderoso que él. Y en su reino puede que así sea, pero es tremendamente provinciano creerse el ombligo del mundo siéndolo solo de una pequeña aldea. Más allá de las fronteras siempre hay alguien cuya vara de mando es más larga y gruesa y, sobre todo, luce enormes piedras preciosas carísimas. 

“¿Qué dorsal llevará?”. “Se hará por 180 millones”. “Tic, tac”. “Él solo negocia con el Emir”. “¿Dónde quedamos para celebrarlo?”. “Lo de Leonardo es la pataleta de alguien que sabe que ha perdido”. “Tic, tac”. “Él no habla con Al-Khelaïfi”. “Está todo atado desde hace meses”. Las manecillas del reloj siguen su danza circular sin inmutarse. La única negociación entre Madrid y PSG se dio en Twitter y al otro lado de la mesa, pegado a su móvil, se sentó el primo de Al-Thani lanzando un mensaje inequívoco que la prepotencia blanca nunca quiso escuchar hasta que el mensaje se transformó en befa. ¡El rey va desnudo y no lo sabe! No porque nadie se atreva a decirle que se vista de una vez, que así no se puede reinar, sino porque quienes les ríen las gracias también han tirado su ropa al río. Florentino ha montado una fiesta nudista madridista que no atiende a quienes, por respeto y cierta admiración, les han intentado abrir los ojos.  

El error no es ir a por Mbappé ni tampoco lo es romper la hucha y mostrar todo lo que hay en ella buscando impresionar al mundo mientras te golpeas el pecho gritando “aquí estoy yo”. El error es creer que no existe nadie capaz de ignorar la pantalla de su móvil cada vez que en ella aparecía el nombre de Florentino. El baño de realidad para el madridismo debería haber sido enorme y, sin embargo, lejos de pedirle al rey que se vista, su pueblo sigue bailando junto a él mostrando sus vergüenzas solidariamente.