Gracias por la música

Valentino Rossi, piloto de Yamaya en MotoGP

Valentino Rossi, piloto de Yamaya en MotoGP / AFP

Josep Lluís Merlos

Josep Lluís Merlos

Dorna hace las cosas rematadamente bien. Los eventos promocionales para activar cada uno de los Grandes Premios del campeonato son un buen ejemplo; otro más. Tanto te visten de gala a las divas del certamen para ir al Liceu, como los disfrazan de cuatreros en Austin, o les montan en una góndola en Venecia. 

La imagen de Valentino Rossi a lomos de su Yamaha M1 vitoreado por sus tifosi en las calles de Tavullia esta misma semana refresca el poderoso efecto balsámico que el deporte produce en la sociedad, y nos zarandea para hacernos conscientes de la suerte que tenemos de ser coetáneos de héroes como el Doctor, como Nadal, como Messi, como Márquez. Del lujo que es disfrutar con sus gestas. Pero, a la vez, también nos desasosiega ante la realidad inevitable que será, más pronto que tarde, su partida. 

Me genera una cierta zozobra la visión del bueno de Carmelo Ezpeleta despertándose en plena noche, con el pijama empapado en sudor, angustiado por la pesadilla del día de la retirada de Vale. Una situación que no debe ser tan diferente en la alcoba de Josep María Bartomeu, desvelándose de madrugada atolondrado por la congoja de un Leo Messi ejerciendo su cláusula de salida libre… Menos mal que la entrevista publicada esta semana le debe haber tranquilizado un poco. O no.

Rossi lo dará todo en Misano, que nadie lo dude. También Dovi, que juega en casa, y que tras las dos últimas carreras sabe que este verano Márquez le ha dado bastante al cuadernillo de cálculo de Vacaciones Santillana.

Aunque el saludo de Marc y Alex Rins en el corralito de Silverstone pudiera inducirnos a creer que la paz ha estallado entre ambos tras unas ciertas tensiones a lo largo del año, creo que nada más lejos de la realidad. El de Cervera está cabreado tras perder la cita británica por solo trece milésimas. Y esa es una buena noticia. Muy buena. Para los aficionados y para el campeonato.

Márquez, el eslabón que une la generación de los que se están yendo (como Rossi), con la de los que vienen (como Rins), no soporta perder, ni con el título aún en juego (pero poco). 

Sabe que el día que se subió por primera a la vez a las barbas del protagonista de aquel póster de su habitación, dio el primer paso de su leyenda. Y sabe que cualquier día esa situación puede repetirse, siendo él el objetivo a batir. Quartararo, o esa reencarnación de la figura de Kevin Schwantz combinada con la tranquilidad de Eddie Lawson que es Rins, lo van a intentar. Lo intentan ya a cada vuelta.

Disfrutamos como bestias en la final del US Open de tenis, si, pero… ¡cómo sufrimos¡ Horas después, Toni Nadal y el propio tenista de Manacor, bendecían al ruso Daniil Medvédev homologándole como “el heredero”. Aquel día, alguien descolgó un póster y lo rompió en mil pedazos.

Lo estamos pasando en grande con Rossi, con Messi, con Nadal, con Márquez. Pero tenemos el convencimiento que seguiremos disfrutando de lo lindo con Alex, con Daniil, con Fabio, con Charles Leclerc, con Ansu Fati… 

Como escribe mi amigo Xarli Diego: “gracias por la música”. Que nos ha dado tanto. Y nos dará.