La gorra de Piqué

Piqué, en el duelo ante el Sevilla

Piqué, en el duelo ante el Sevilla / AFP

Xavi Torres

Xavi Torres

Hay quien manda porque alguien le ha puesto una gorra y hay quien se gana el derecho a base de predicar con el ejemplo. Sevilla, el sábado pasado, nos mostró un caso evidente: Gerard Piqué. Koeman sorprendió con una alineación de cinco defensas. Mingueza, Lenglet y Piqué actuaron como centrales -con el ‘3’ jugando en el centro- y Dest y Alba, como laterales. Además, Sergio cerraba un centro del campo completado por De Jong y Pedri, con Messi y Dembélé como delanteros. Los aficionados más pesimistas usaron su mirada defensiva y temieron un 5-3-2; los optimistas se pusieron las gafas de atacar y soñaron con un 3-4-3. Al final el balón puso a cada uno en su sitio. La victoria por 0 a 2 no obedece a una única razón -ni siquiera a la maravillosa actitud tras la exhibida ante PSG, Cádiz e, incluso, Elche- pero sumando argumentos se valora (mucho) el trabajo de Piqué, clave para entender el buen partido del equipo. Con balón, no hace falta insistir. Sin él, su aportación todavía se hace más importante, por dos motivos. El primero porque, por su formación futbolística, mantiene la línea defensiva muy adelantada -sea de tres, cuatro, cinco... o de uno, da igual-, porque defiende hacia delante sin recular impidiendo que el equipo se estire. Manteniendo las líneas juntas el Barça recupera rápido el balón y lo hace, además, muy lejos de su portería, un hecho fundamental para el tradicional fútbol azulgrana. En Sevilla, 23 de las 62 recuperaciones fueron en campo contrario. Esta circunstancia permite el control del balón y, casi siempre, del partido. ¿Saben qué jugador, en este escenario, se agiganta hasta reconducir todos los mecanismos del equipo? Efectivamente, Sergio. Partidazo. ¿Pero no estaba acabado? No, lo que estaba era frustrado de tanto correr inútilmente. El Sevilla no pudo contratacar y apenas chutó dos veces contra Ter Stegen, solo una entre palos.

La segunda razón del gran valor de Piqué: el Sevilla, previendo la presión del Barça, alineó a Luuk de Jong para aprovechar su gran capacidad en el juego aéreo para saltar líneas y bajar los pelotazos de Bono o de cualquiera de los defensas e iniciar segundas jugadas a partir del talento del Papu Gómez, Munir o Rakitic. Pues no hicieron ni una. Cero. Piqué, concentradísimo, salió ganador del duelo con De Jong en cinco ocasiones (4’, 5’, 9’, 31’, 42’); hizo una falta (2’) para detener el juego y reorganizarse, y perdió tres saltos (11’, 17’, 18’) pero como las acciones sucedieron en medio campo no provocaron peligro alguno. Por el bien del barcelonismo, que la gorra de Piqué luzca brillante. Y que Araujo, Lenglet, Mingueza y compañía, abran bien los ojos.