Florentino y Laporta fracasan juntos

Florentino

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Emilio Pérez de Rozas

Emilio Pérez de Rozas

Un poquito de por favor, solo pido eso, un poquito de por favor. Estaría bien o deberíamos de intentar, solo intentarlo, no engañar (demasiado) a la gente y, mucho menos, a los auténticos aficionados al fútbol.

Y no lo digo, que también, por el ‘boom’ (y tremendo, estrepitoso, impensable, inaudito fracaso) de la presentación, casi clandestina (el comunicado apareció de madrugada) de la Superliga que, luego, en una imitación barata de la famosa entrevista en chanclas de Leo Messi a Goal en el cuarto de la plancha de su mansión de Castelldefels, tuvo su continuación en las declaraciones que Florentino Pérez concedió a su periodista de cabecera y protegido Josep Prederol, sino por la manera en que han contestado al reto algunos personajes de esta historia.

Esto, que se ha quedado ya en nada (al cierre de esta edición, ya solo quedaban por irse de la Superliga su creador o principal líder, el Real Madrid, y el Barça), es, no lo duden, un pulso que la élite del fútbol le echa al monopolio que poseen UEFA y FIFA, siempre tan escondidita, preocupada porque no le estropeen su Mundial y capaces, como se ha sabido (nunca olviden ese detalle), de comprar hasta los votos para llevar al verano-invierno de Catar la próxima Copa del Mundo. No es, insisto, un tema (más) entre ricos y pobres, pues me temo que, a estas alturas del debate, no hay pobres y menos el Tottenham ese que acaba de darle 17 millones de euros a Jose Moutinho tras su despido.

Es evidente que el mundo entero está haciéndose la misma pregunta, que no tiene respuesta. Bueno, sí, tiene una respuesta, la que dio en su día Emilio Butragueño cuando llamó ‘ser superior’ a Florentino Pérez. La pregunta que se hace todo el mundo es “cómo Florentino Pérez puede cometer un error así”, como puede liderar un proyecto que no tiene atado y bien atado (frase que le va como anillo al dedo), como puede arriesgar el nombre, el prestigio, la solera, la historia del Real Madrid en algo que dura 24 horas y acaba convertido en basura.

Es más, Florentino Pérez, recién reelegido presidente del Real Madrid, debería plantearse, muy seriamente, cosa que un ser superior jamás hará, dimitir y convocar elecciones. El Real Madrid es, en estos momentos, el club más odiado en España, en la España futbolística, compuesta, en un 95% por clubs modestos, y en la Europa del balompié. Y es que ‘Flo’ cometió, como poco, tres errores de bulto, inmensos, incomprensibles en alguien, no solo que gobierna un club tan poderoso como el Real Madrid, sino una corporación del tamaño de ACS, cuyos accionistas, la verdad, muy contentos no deben estar, no.

El primer error fue hacer la presentación, el comunicado clandestino que hizo, en la madrugada de un domingo. Si presentas la Superliga, debes hacerla con los 12 presidentes sentados en una mesa y anunciando “aquí estamos nosotros”. Dos, no puedes intentar agitar el fútbol, el negocio, la industria, su competición estrella, sin ofrecer cifras y, sobre todo, sin garantizar que las Ligas nacionales seguirán contando con los grandes, sin tranquilizar a las aficiones de que esto no va de abandonar el fútbol nacional. Y, mucho menos, sin decirles a todos: habrá más dinero para todos, eso también lo garantizamos nosotros, los grandes, los poderosos, los ricos, la élite.

Y, tres, no puedes, desde el primer día, decir que si tu Superliga no empieza en agosto del 2021 y debe retrasarse al 2022, no hay problema, se hace. Y no puedes hacerlo porque estás dando un claro signo de debilidad, como diciendo venga, vale, sí, accedemos a negociar y veremos que sacamos finalmente de esto. Es como decir, presento la Superliga, sí, pero me conformo con que mejores la actual Champions. Error de bulto, error de equipo, club, proyecto, pequeño, cutre, mal hecho, pesimamente atado.

Es verdad que, al final, quien ha salvado a la UEFA y ha dinamitado la idea liderada por Florentino Pérez han sido los clubs ingleses. Perdón, no, los clubs ingleses (dueños incluidos) estaban a favor de la Superliga. Quien ha dinamitado el proyecto ha sido el pueblo inglés, sus hinchas que, desaparecidos (o controlados) los dañinos ‘hooligans’, siguen siendo los únicos que, verdaderamente, aman este deporte y son de su club de toda la vida. Ellos, que, como demostró el Liverpool en su momento, aman más ganar la Premier que la Champions; ellos, que han creado el brexit para separarse del continente y sus competiciones; ellos, que son los únicos que llenan los estadios, han empujado a técnicos y jugadores a decir que “no”. Solo ellos.

Porque, amigos, quiero recordaros que Joan Laporta, que ganó con la lona “ganas de volver a veros”, ha estado ciego (y todos sus asesores) al unirse al Real Madrid, al hacer seguidismo (por dinero, solo por dinero) de Florentino Pérez, perdiendo una oportunidad única, preciosa, de oro, de platino, de decir “no” al ‘ser superior’ y demostrar que el Barça es más que un club, es un club de sus socios, a los que no consultó a la hora de firmar (también clandestinamente) con la Superliga.

Y solo un punto más. De la misma manera que, en España, no ha habido afición alguna que saliese a la calle a defender al fútbol, fuese rico o modesto, tampoco ha habido entrenador o jugador que diera la cara antes de que esto se decantase del lado de los ingleses.

Es más, Gerard Piqué (otro que se cree un ‘ser superior’), solo se atrevió a escribir su twitter crítico (“el fútbol pertenece a los fans; hoy más que nunca”) cuando ya estaba claro que la Superliga era basura, pura basura. Twitter, por cierto, que tuvo la respuesta más adecuada e inteligente que podía tener por parte del tenista Nico Mahut: “¿Y qué pasa con la Copa Davis, Gerard?” Y es que, cuando tienes el techo de cristal, tienes que ir con cuidado con lo que escribes, amigo Piqué, porque tú sí convertiste la Davis en un torneo solo para la élite.