A la final de Copa con la mentalidad de Saras

Saras quiere a su equipo intenso ante el Fenerbahçe, cosa que no pasó en Tel Aviv

Saras quiere a su equipo intenso ante el Fenerbahçe, cosa que no pasó en Tel Aviv / JAVI FERRANDIZ

Bojan Krkic

Bojan Krkic

Perdió el clásico de baloncesto y, nada más acabar el partido, Sarunas Jasikevicius apareció en rueda de prensa para decir lo siguiente: “Ellos han salido como se tiene que salir, a morir en la cancha. Como entrenador no he hecho bien mi trabajo. Supongo que necesito encontrar mejores palabras, hacer mejores entrenamientos y hacer mi cometido mejor”. Y acabó: “No somos un equipo que lo haya ganado todo los últimos años, estamos en proceso de construir algo”. En cambio, Koeman, tras caer también ante el Real Madrid, se quejó amargamente del arbitraje: “Es penalti. El penalti es clarísimo. Una vez más tenemos que aceptarlo y callarnos”. Cierto es que también criticó el juego del equipo durante el primer tiempo, pero puso más incidencia en las decisiones de Gil Manzano. Son dos maneras de afrontar las derrotas, cada uno a su manera. Yo me quedo con la actitud de Saras.

Jasikevicius entiende que la única forma de mejorar, de seguir añadiendo ladrillos al edificio que está construyendo, es corregir aquello que está en su mano. Y que del resto es mejor preocuparse lo justo porque no depende de él. Entiendo que Koeman debería seguir el mismo camino porque de nada sirve lamentarse de las decisiones arbitrales si no se acompaña de una autocrítica sincera.

Como espectador, y como aficionado, el mensaje del lituano llega muchísimo más, pues en el fondo es el mensaje de un ganador. Entiendo incluso que sus palabras son más valiosas que una victoria porque sientan las bases para que lleguen más. Lamerse las heridas no sirve de nada y, a las puertas de una final de Copa, solo sirve para desviar la mirada de lo realmente importante.

Ronald debería convencer con un mensaje realista a su equipo, al que ofrecerle la mínima excusa antes, durante o después de un partido es poner un freno al crecimiento. La primera oportunidad la tendrá esta tarde en la rueda de prensa previa a la final. Para volver a ser grandes es imprescindible centrarse en el juego, en todo aquello que se puede controlar o corregir. Me gustó que regresara al 4-3-3 tras el descanso en el clásico. Ahí es donde debe centrar sus esfuerzos, en afianzar la identidad, no en perder el tiempo en tareas ingobernables. El combustible con el que debe funcionar la maquinaria blaugrana es la autocrítica y el espíritu mostrado por Saras tras perder es mucho más productivo que el mostrado por Koeman, simple y llanamente porque no está exento de responsabilidades. El Barça ganará si sigue este ejemplo, hace un buen trabajo introspectivo y no se deja llevar por polémicas que ralentizan el trabajo diario.

El talento, sin carácter, no basta en una final

El Barça, técnicamente, es mejor que el Athletic. No creo que eso pueda debatirse. Sin embargo, el talento solo no gana finales, como demostró el conjunto vasco en la Supercopa de España. Los blaugrana saben perfectamente cómo saldrá el equipo de Marcelino en La Cartuja y la única fórmula que existe para que la calidad se imponga es, como mínimo, igualar la intensidad con la que juega tu rival. Y eso significa competir cada balón como si fuera el último porque es lo que hará el Athletic desde el primero hasta el último minuto.

Marc Márquez, en la última curva de una carrera de MotoGP, adelantó de tal manera a Jorge Lorenzo que le acabó tocando. El mallorquín se enfadó mucho por aquella acción, pero Márquez, cuestionado por ello, respondió lo siguiente: “Bueno, yo sé que fui muy agresivo, pero estamos hablando del final de una curva y ahí uno lo que quiere es ganar”. Si lo trasladamos a la final de Copa, el Barça está obligado a ser igual de agresivo que el Athletic si quiere ganar.