El extraño caso de Riqui Puig

Riqui Puig, entrenándose junto a Pedri, Trincao y Pjanic

Riqui Puig, entrenándose junto a Pedri, Trincao y Pjanic / sport

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

La coherencia es el abono que sustenta a la credibilidad. Sin conexión entre la palabra y el hecho, se hace difícil tomar a alguien en serio. Koeman, cuya gestión cuatro meses después de llegar está siendo notable, ha encontrado en Riqui Puig al rebelde que cuestiona su relato. Lo hizo cuando se negó a marcharse y lo hace cada vez que pisa el césped, poniendo en duda la forma en la que Ronald le trata, una actitud heredada de Valverde y Setién. La afición no pide a Riqui porque sea canterano y hable catalán. Ni mucho menos por lo que cuelga en su cuenta de Instagram. El culé pide a Riqui porque todo lo que ha visto de él le ha convencido. La afición quiere ver a Riqui porque su fútbol es de otra época y encaja con lo que ahora necesita el equipo: ganas de comerse el mundo. 

Por eso cuando Koeman sale en rueda de prensa y se queja de que no trabaja bien en los entrenamientos, que si no juega es por algo, la gente no entiende nada. Porque si es verdad que se juega como se entrena, Riqui Puig será uno de los grandes cuando se ponga a entrenar (si es cierto que no lo está haciendo). Si es capaz de hacer lo que hace sin trabajar durante la semana, el día que decida hacer más el Camp Nou se pondrá a sus pies. La exigencia con Riqui Puig es tan severa que resulta incluso molesta para quienes, desde fuera, no analizamos nada más que lo que vemos.

Hablar de Riqui con esa falta de sensibilidad, una actitud imperceptible con el resto de sus compañeros, es un orgullo mal entendido, no querer aceptar que ni el cargo ni la jerarquía dan la razón. Xevi Galceran, ex futbolista de la Juventus AC (de Mataró), solía decir que hay dos tipos de jugadores: el de los entrenamientos y el de los partidos. Y que el bueno es el segundo.