Opinión
Éxitos pasados no garantizan éxitos futuros

fcbarcelona
Para lo bueno y para lo malo, el Barça y su entorno viven en un presente continuo. Pasado el verano y la minipretemporada de los tres primeros partidos oficiales, llega por fin la hora de la verdad. Los partidos de agosto no condicionan, por supuesto, la temporada, pero sí sirven para entender en qué terreno de juego nos vamos a mover durante el nuevo curso. Ha quedado claro que el Barça mantiene el dinamismo y la fe competitiva del pasado año, pero al mismo tiempo sus rivales, como demostró el buen técnico del Rayo, lo han estudiado bien y fabrican antídotos eficaces contra la táctica del fuera de juego.
El Barça ya no sorprende, y está obligado a innovar. Ha quedado claro que el Madrid, aunque todavía lejos de lo que sugieren los nombres rimbombantes de su plantilla, tiene su primer entrenador futbolístico en una década, dispuesto a intervenir y a mejorarle tácticamente. El Barça tendrá enfrente un rival mucho más competitivo que el del pasado año, y no puede permitirse el lujo de alejarse demasiado en la clasificación: en una Liga cada vez más desigual, Barça y Madrid se presionan cada día con más fuerza el uno al otro.
Ha quedado también muy claro que el Hansi Flick entusiasta, prudente y optimista del pasado año ha dado paso a un Flick menos sonriente y más duro, capaz de elevar el tono en público y de enviar mensajes hacia arriba y hacia abajo. Su famosa frase de “Los egos matan el éxito” planeará inevitablemente en el entorno durante toda la temporada, y ha recordado al Cruyff provocador que hacía reaccionar a sus jugadores desde la sala de prensa.
Flick es consciente de que aquel equipo de adolescentes maravillosos pero muy tiernos está mutando hacia un grupo de jóvenes multimillonarios a los que habrá que mantener a raya para que no se vuelvan unos niños mimados e individualistas sin capacidad de sacrificarse por el equipo. Da la sensación de que Flick ha elevado el tono en el momento justo, aunque sea a costa de alterar la armonía del vestuario.
Y ha quedado claro que el mismo presidente y la misma junta que dieron meritoriamente con la tecla de Flick son los mismos que no encuentran la tecla de la vuelta al Camp Nou, una nebulosa caótica con un calendario desmentido semana a semana, y siempre con la marca de la casa de la improvisación. El problema no son las incomodidades ya asimiladas de jugar en Montjuïc o en el Johan o en un Camp Nou todavía en obras, el problema es la falta de previsión y una ausencia de comunicación que raya en la falta de respeto. No parece lo mejor para el socio y mucho menos para el equipo que a seis días de jugar un partido oficial no se sepa ni dónde se jugará ni quién podrá asistir.
Este nuevo año trae nuevas y lógicas exigencias, pero también arrastra viejos vicios. Veremos qué puede más, si la ilusión de un equipo espectacular o una gestión que todavía no es capaz de conciliar las promesas con la realidad. De fondo, a la vuelta de la esquina, unas elecciones que en clave blaugrana nunca son sinónimo de calma. Parafraseando el lema de los bancos de inversión, éxitos pasados no garantizan éxitos futuros. Ser consciente de ello ya es un gran primer paso.
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