Es excesivo hablar de inconstitucionalidad

Así ha sido la llegada de los jugadores del Barça

Así ha sido la llegada de los jugadores del Barça / Valentí Enrich

Jordi Cruyff

Jordi Cruyff

Echando la vista atrás, reconozco que a los 21 años, recién aterrizado en el Manchester United, era un chico algo inmaduro. Hasta el punto de ser uno de los primeros futbolistas a los que Sir Alex Ferguson llegó a echar de un entrenamiento.

No recuerdo muy bien el motivo, no soy muy bueno rescatando momentos de mi memoria. Pero posiblemente protesté más de la cuenta. Ahora que estoy en el lugar del entrenador, no hubiera dudado en pensar de mí: “¡Pero qué tocahuevos era este tío!”

Ahora me imagino a aquel Jordi de 21 años en la tesitura de tener que concentrarse durante mes y medio para acabar la competición en plena crisis del coronavirus.

Seguramente hubiera encajado bastante mal estar alejado de los míos tanto tiempo, porque en aquel entonces veía la vida desde un prisma más pequeño, apenas me preocupaba jugar al fútbol por mi familia y los aficionados.

Pero conforme avancé hacia el final de mi carrera, me fui dando cuenta de que también lo hacía por toda la gente que vive de este deporte.

Y precisamente el Manchester United era un ejemplo palpable de una empresa con carácter ‘familiar’ a pesar de su magnitud, con una recepcionista, Kath Phipps, que lleva más de cincuenta años al servicio de los diablos rojos y una de las personas más entrañables que se ha cruzado en el camino de todos los que hemos vestido esa histórica camiseta.

Gente como Kath, como todos currantes de los clubes y todos los trabajadores indirectos de un sector que genera un 1,37% del PIB en España, merecen que el futbolista haga un esfuerzo por ellos.

Me parece excesivo hablar de ‘inconstitucionalidad’, como ha denunciado la AFE al referirse a las concentraciones, cuando estamos ante un escenario de fuerza mayor. ¿Acaso no nos hemos concentrado seis semanas sin apenas ver a nuestras familias para disputar un Europeo o un Mundial? Ahora no está en juego una copa, sino la supervivencia de muchos clubes y sus puestos de trabajo, también los indirectos.

Entiendo, incluso empatizo, con los futbolistas que no quieren poner en juego su salud y la de sus familias. Pero hay veces en la vida en las que uno no solo puede pensar en lo que le conviene, sin ser consciente de lo que supondría un final abrupto de la competición. Igual que mucha gente disfruta del fútbol, también hay mucha gente que vive del fútbol en una industria en la que el jugador es apenas la punta del iceberg. Y el riesgo de contagio no es ajeno a nadie, tampoco a los futbolistas.

Todos tenemos que aprender a convivir con el virus. Si Alemania no se ha sentido atemorizada por los positivos que han salido a la luz en esta fase de vuelta a los entrenamientos, tampoco debemos hacerlo nosotros. Ahora debe imperar ese sentido pragmático tan germano. Toca hacer un esfuerzo colectivo. Y si sale mal y no nos queda más remedio que dar por finalizada la temporada, nos consolará saber que al menos lo hemos intentado.

ME GUSTA

Las imágenes de futbolistas con mascarilla al regreso de los entrenamientos. Si alguien lo interpreta como postureo, está totalmente equivocado. En esta fase de desescalada es importante liderar con el ejemplo, especialmente si hay casos de jóvenes, o adultos, con un comportamiento irresponsable. Messi hace más con su mascarilla que cualquier consejo bienintencionado de un epidemiólogo.

NO ME GUSTA

Megafichajes en tiempos de ERTE. Es fácil caer en la demagogia sin saber si realmente el Barça se plantea desembolsar más de 100 millones de euros en Lautaro o más bien será austero a base de trueques. Pero sí es comprensible que las autoridades estén vigilantes si un club acogido a un ERTE hace un gran traspaso. Lo mismo haría con un político que reclame gastos de viaje si está teletrabajando.