Estrenando nostalgia

Los goles de Messi fueron un bálsamo para Bartomeu

Los goles de Messi fueron un bálsamo para Bartomeu / EFE

Mikel Lejarza

Todo es política. Decía el filósofo Antonio Gramsci que “ todo es política”,  ya fuera filosofía, historia, cultura o la vida diaria en particular de cada uno de nosotros. Al Barça de los últimos tiempos le está tocando ser un ejemplo de tal aseveración. Porque el deporte, como fenómeno de masas que es, como práctica realizada por personas y no por máquinas, no sólo no es ajeno a aquello que nos rodea, sino que nos refleja con una fidelidad perfecta. De ahí que acusar al deporte de estar politizado sea como criticar que la música impida el silencio. El deporte va unido a la vida y forma parte indiscutible de nuestras emociones, ideas, sentimientos, pasiones... como la política.

Al Barça le está ocurriendo lo que a Catalunya, porque pocos equipos en el mundo tienen tanta vinculación con la sociedad a la que pertenecen como el equipo blaugrana, que está inmerso en una feroz competencia por la supremacía deportiva contra equipos poderosos y en medio de una renovación de la plantilla que exige encontrar sustitutos a jugadores del tamaño de Puyol, Iniesta o Xavi. Además al Barça le ha tocado lidiar con el procés. Luego la vida lo mezcla todo y el follón resultante se asemeja, como no podía ser de otra manera, a la coyuntura política en la que vive la sociedad catalana en su conjunto.

Cualquier observador imparcial sabe que Catalunya se está empobreciendo. Que Barcelona, antaño paradigma de liderazgo cultural y modernidad, ha dejado de serlo. Que son muchos los ciudadanos de ideología nacionalista que están enfadados. Que hay otros tantos de ideología constitucionalista que también lo están. Que la gestión de las administraciones está paralizada en gran medida porque sus gestores se dedican a la maraña de conflictos judiciales que les rodean. Y que en muchos casos, demasiados, los responsables de gestionar tal cúmulo de problemas no parecen los más adecuados ni siquiera para los suyos.

Ahora veamos qué le ocurre al Barça. El equipo culé ha tenido problemas para fichar a un delantero desconocido al tiempo que traspasaba a los mejores formados en su cantera. El entrenador vino como cuarta opción y al anterior le cesaron cuando iba líder. El director deportivo está enfrentado a los jugadores y es incapaz de formar una plantilla para aspirar a lo máximo. La directiva acusada de manipulación de las redes sociales contra jugadores del propio club. El presidente atónito ante la petición unánime de dimisión por parte de los aficionados, sin más plan que Messi obre el enésimo milagro y pensando en cómo abandonar el cargo sin pagar por sus errores. Mientras, con el juego del Barça cada vez más triste y menos competitivo, unas arcas vacías e hipotecadas para bastantes años son la guinda del pastel.

Si ganamos al Madrid olvidaremos todo esto. Si perdemos arderá Troya porque el fútbol complejo en su devenir es simple en sus balances. Pero un resultado coyuntural no ocultará la realidad. Catalunya no va bien y el Barça, una vez más, refleja lo que está ocurriéndole a una sociedad que vive en uno de los mejores lugares del planeta para hacerlo y que sin embargo lo hace disgustada y cabreada. No soy quien para juzgar quién tiene la razón en todo este lío. Desconozco muchas cosas, pero por primera comienzo a sentir que, como le ocurre al Barça, antes estábamos mejor.