Esto es lo que hay

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- / EFE

Joan Mª Batlle

Joan Mª Batlle

El Barça cumplió el objetivo: victoria y pase a los octavos de final como primero de grupo y por méritos propios. Perfecto, cuatro victorias y un empate son una excelente aval en su candidatura a proclamarse campeón de la Champions, aunque yo diría que la máxima garantía es la motivación y ambición que muestra esta temporada Leo Messi.

Lo dijo en aquel discurso de principios de temporada que los barcelonistas tienen grabado a fuego en su memoria y lo ha demostrado en todos los partidos; en la memorable actuación ante el Tottenham en Wembley y también ayer, levantando él solito un partido que se estaba poniendo muy feo. Sí, porque ayer, si no llega porque Messi se inventó un golazo rodeado de hasta seis contrarios y luego sirvió el segundo gol a Piqué, no hubiera habido postes suficientes en la portería de Ter Stegen para evitar la victoria del PSV. Cada vez está más demostrado que si los jugadores no tienen hambre de títulos, las posibilidades de levantar trofeos son escasas. El síndrome del estómago vacío, que decía Guardiola. Pues bien, Messi tiene hambre de Champions, es la mejor noticia que podemos darles. 

CLAROS Y oscuros

Sin embargo, si nos centramos solo en este partido contra el PSV, dudo que ningún barcelonista puede darse por satisfecho más allá del resultado. Hubo claros, sobre todo Messi, muy por encima de todos, Arturo Vidal y algunos detalles de Dembélé. Pero también hubo oscuros: Coutinho, que no arranca, Rakitic y Busquets, que sin un Arthur que asegurara el control en el centro del campo sufrieron demasiado, y se acusó la ausencia de Suárez. Al final, el fútbol no tiene secretos. En la primera parte, con Arturo Vidal como mejor jugador del equipo, se sudó sangre para aguantar el 0-0; en la segunda, con Messi desatado llegó la victoria. A la espera de una mayor fluidez en el juego y de que se recuperen los lesionados, agarrarse a Messi es un seguro de vida.