Estambul queda lejos para todos

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Jordi Costa

Jordi Costa

El partido de ayer en Dortmund demostró no sólo que el nuevo proyecto del Barça esta verde, como es comprensible a mediados de septiembre, sino que no basta con ilusionarnos por la recién descubierta valentía de Valverde, ni con los fichajes que han reforzado el equipo este verano, para considerarle un candidato serio a la Champions.

Por supuesto, es difícil valorar el nivel y los mecanismos reales del equipo sin que Messi esté instalado en la titularidad. Y a lo mejor no es mal asunto empezar de menos a más, máxime cuando el año pasado el Barça se exhibió en Wembley frente al Tottenham y después no fue capaz de alcanzar aquel baremo de excelencia en lo que siguió de temporada.

Toca reconocerle a Valverde, quizás a raíz de ver humear sus barbas al final de la pasada temporada o quizás consciente de que se encuentra en el tramo final de su etapa en el banquillo, el atrevimiento de apostar por los jóvenes, por el centro del campo más talentoso posible e incluso de zarandear determinadas jerarquías. Pero cabe constatar que las inercias adquiridas por el equipo en los últimos años no son fáciles de cambiar en pocas semanas.

La más evidente recae sobre la presión tras pérdida. En algunos momentos, se ve al equipo sin agresividad para robar cerca del área rival y, en otras, abrazado a la mala costumbre de recular para sentirse seguro. Y lo más sorprendente es que este vicio es muy acusado lejos del Camp Nou y, en cambio, se suaviza como local.

Ni el empate -aunque bien pudo acabar en derrota- en el campo de uno de los rivales más complicados del grupo es un desastre, ni se puede pretender que el Barça esté bien lubricado con sólo un mes de temporada -y varias lesiones de piezas importantes- cuando, por el momento, trata de introducir novedades troncales en su libretto. Conviene no estar todo el tiempo echando la vista hacia Anfield, y nos tocará ser pacientes si pretendemos que un equipo que, en los últimos años, ha cargado todo el peso sobre el desequilibrio de los delanteros en general, y de Messi en particular, vuelva a distribuir su centro de gravedad hacia el centro del campo para jugar cohesionadamente.

Que el Liverpool, actual campeón europeo y que ha empezado la Premier League como un tiro, se la pegara en Nápoles nos da una idea de la dificultad del reto. Pero, como dejó dicho Messi, ganar la sexta Champions pasa por marcar con regularidad también fuera de casa. Y ayer se demostró que, por ahora, Estambul todavía queda lejos.