"¡Eso fue todo, amigos!"

Cristiano Ronaldo, en Cardiff

Cristiano Ronaldo, en Cardiff / sport

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Cómo eran aquellos dibujos animados que veíamos de pequeños? ¿Se acuerdan cómo acababan? ¡Ah, sí!, eran de la Warner y eran de Bugs Bunny, exacto, sí, muy graciosillos ellos. Y acababan con una banda muy banda, muy divertida, y un cerdito, ¿no? que salía, en el centro de la pantalla, diciendo mientras tartamudeaba: “Eso es to… eso es to… eso es todo, amigos”.

         Vi la final de la Champions en el circuito de Mugello, en Italia. Tenía la opción de verla en mitad de italianos, rodeado de seguidores de la Juventus, en medio de lujosos hospitalitys, tipo Ducati y demás, pero preferí irme con mis amigos vascos de Michelin, los cocineros, que se habían quedado solos. Alejandro Ceresuela, fotógrafo personal de Marc Márquez, y yo nos añadimos a la cena de los mejores cocineros del ‘paddock’, que nos sirvieron una pasta deliciosa, nos sentamos los cuatro juntitos (éramos cinco, pero una china preciosa se llevó al quinto antes de cenar) y nos dispusimos a comprobar cómo el Real Madrid convertía ese partido, esa noche, esa final en su fiesta predilecta. Fuimos cantando los goles uno a uno, incluso cuando la Juventus empató, de golazo portentoso. Ya antes de empezar (somos como Manolo Lama) sabíamos cómo iba a terminar. Era pura lógica. Y, sí, cuando acabamos y mientras recogíamos la mesa, Alejandro cogió su iPhone, con el que, al segundo, lo localiza todo, todo, y nos puso el cierre de Bugs Bunny. “Eso es to… eso es to…, eso es todo, amigos”. Y nos acabamos el vino. Y brindamos por el año que viene. Bueno, brindamos por las victorias de españoles en Mugello, pero, mira, fue la primera vez, esta temporada, que no ganó ningún español: las tres categorías se las adjudicaron italianos. Fue la venganza de la Champions, a dos ruedas.

         Lo cierto es que, no siendo del Real Madrid, esa final te la podías tomar de muchas maneras. La verdad, creo que la manera que decidimos tomárnosla (y nunca mejor dicho, pues la cena fue excepcional) Alejandro y yo fue estupenda: con amigos, cenando y sabiendo que iba a golear el Real Madrid. Eso sí, esperábamos bastante más de la Juve. Y, sobre todo, de Dybala, que ya no vale ¿verdad? los 100, o 200, millones de euros que dicen que vale.

         La verdad es que, al margen de la tremenda capacidad del Real Madrid (cualquier Real Madrid, ya ven) para jugar las finales de la Champions, tanto en color como en blanco y negro, lo cierto es que parece mentira ¿verdad? que esa Juventus apalizase al Barça y, quince días después, sobreviviera, sin problemas, al Camp Nou. Al final, también esa final, la de Cardiff, sirve para medir, comprobar y analizar que la temporada azulgrana, vista desde dentro y observada desde fuera, ha sido mala, mala.

         Y, la verdad, no nos engañemos, lo mejor que le podía ocurrir al Barça (y, muy especialmente, a esta plantilla repleta de estrellas, auténticas, nada ficticias) es que el tropezón, la caída, el fracaso haya sido sonado. O sonadito. Hubiese habido (no digo en el seno del vestuario, o sí, ¡vaya usted a saber!), gente que se hubiera agarrado al pinchazo blanco en Cardiff para justificar haber perdido la temporada en la última jornada de Liga. Nada, el batacazo ha sido enorme. Y toca levantarse.  

“Eso es to… eso es to… eso es todo, amigos”.