Escuchando a Iniesta

Andrés Iniesta regatea a Soria antes de marcar su gol

Andrés Iniesta regatea a Soria antes de marcar su gol / Valentí Enrich

Xavi Torres

Xavi Torres

Se acerca el momento. Aunque parezca mentira, Iniesta se va del Barcelona. El homenaje de su adiós se prevé durísimo, emocionalmente incontrolable. Dos décadas en el club y 16 temporadas en el primer equipo, con tanta generosidad de su parte, dan para tanto que es imposible reducirlo todo al tiempo que dure el acto del club.

Su ejemplo, imperial, no debe quedar en el recuerdo de sus 34 títulos como profesional, sus 8 presencias entre los aspirantes al Balón de Oro, esa segunda posición en el 2010 y la tercera del 2012, repartiendo alegría para tanta gente de tantos colores. Lo mejor que pueden hacer los máximos dirigentes del Barça es sentarse en un sofá ante un televisor y volver a ver la final de Copa. Hubo un 5 a 0 pero sobre todo, lo que hubo, fue un mensaje del futbolista que jugó con el número 8 a la espalda.

Justicia poética. El Barça pasó por encima de su rival con un fútbol tan maravilloso como el que don Andrés ha sentido toda su vida. Tras el desastre de Roma le tocaba una noche así. Porque, probablemente, cuando nos acordemos del adiós de Iniesta nos va a venir a la cabeza, como último recuerdo, esa portentosa exhibición individual y colectiva, esa generosidad de virtudes entregada al grupo para, quien sabe, cerrar una era de gran felicidad. Porque de eso se trata. Iniesta, como parte de una generación única, ha hecho muy feliz a mucha gente de una manera muy especial. A los artistas -él es, quizá, uno de los más destacados- les importan, y mucho, las maneras. Por eso el adiós merecía un último capítulo como el del sábado.

Su cabeza ha dicho basta. Ese animal competitivo vestido de caperucita empieza a notar el desgaste de tantos años de presión y, a punto de los 34, el gran campeón le ha visto las orejas al lobo. La evolución no transita por el mismo camino de su deseo y a Iniesta las curvas siempre le han mareado. Como, a sus marcadores, sus conducciones y regates para superar líneas. El capitán, en el Wanda, dio un último grito para todos aquellos que todavía no han entendido que el éxito, en el Barcelona, tiene unas coordenadas perfectamente marcadas. Y que alejarse de ellas tiene unas consecuencias deportivamente perjudiciales. Y que se fue Cruyff, su ‘Dream Team’ y todos aquellos héroes que marcaron el camino pero llegaron Guardiola y su maravilla, con Víctor, 

Puyol, Piqué, Sergio, Xavi, Pedro, Messi y, claro, Iniesta, para convertir el club en la referencia mundial. Y ahora que ya solamente quedan Piqué, Sergio y el más grande, el 10, Andrés se rebeló para, con una final de lujo, recordar el cómo. Una vez más. Tal vez éste sea su último servicio al Barça. Y ojalá alguien le escuche.