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Opinión

Escriban Pablo Páez Gavira con mayúsculas

Gavi durante el partido frente al Betis

Gavi durante el partido frente al Betis / LAP

Pablo Páez Gavira, Gavi quitándole nombre y apellidos, puesto que ese es el nombre artístico de la bestia, ha vuelto a asombrarnos. El hecho sorpresivo no ha surgido esta vez por su actitud en el campo, gracias a esa capacidad innata que tiene de dejarnos pasmados tirándose de cabeza a un balón raso, asumiendo una alta probabilidad estadística de quedar parapléjico, o de ensañarse en un cuerpo a cuerpo con un rival que le supera en más de un palmo de altura y anchura, pudiendo ser aniquilado con un KO técnico en el primer round.

Ese es el jugador que conocemos y reconocemos, pero que no por ello deja de maravillarnos y dejarnos boquiabiertos. ¿Qué gen competitivo tiene un niño para que se convierta en una especie de Popeye, tras comer un buen bote de espinacas, en cada envite durante toda su carrera? Obviamente, no podemos sustentarlo en el ADN de La Masía, esto no, más bien se intuye el perfil del canterano típico en alguien con esa flema más propia de jugador exquisito, tipo Guardiola, Xavi o Iniesta. Aunque últimamente nazcan en esa casa buenos fajadores como Cubarsí o Casadó.

Puedo entender y empatizar con todos aquellos rivales que, cuando no viste la zamarra roja de la selección, el personaje no les cause la más mínima admiración o más bien, al contrario, le tengan un cierto repelús. Entiendo que es un tipo que se ama o se odia, solo en función de si juega en tu equipo o no. Los madridistas siempre lo valorarán desde su ángulo, nos pasa lo mismo con alguno de sus jugadores, no abriré la veda sobre nombres que me vienen a la cabeza.

Para los culés siempre será nuestro gladiador, ese que sale al campo dispuesto a dejarse hasta la última gota de sudor y, si hace falta, alguna de sangre para defender nuestra camiseta. Nadie puede poner en duda que es un jugador todo corazón, pero respecto a ese punto, hasta el pasado domingo, siempre lo habíamos circunscrito a los aspectos físicos funcionales. Demostró tener un corazón mucho más grande que solo en lo biológico.

Segunda parte del partido ante el Valencia, Hansi, siempre atento y condescendiente con prácticamente toda la plantilla, estaba a punto de agotar los cambios, con anterioridad había aplicado ese criterio con Héctor Fort y Gerard Martín dándoles minutos para que se foguearan. Llamó a Gavi para que entrase en el terrero de juego y el jugador le instó a darle minutos a Pablo Torre. ¿Qué me dicen? Podríamos denominarlo compañerismo, aunque nos quedaríamos cortos.

Yo le llamaría valores, que es algo mucho más amplio que el compañerismo a secas, eso también se educa en La Masia, pero tiene que estar inducido con lo que te han enseñado en casa de pequeñito y con aquello que te aconseja aquel que gestiona tu carrera profesional, en este caso Iván de la Peña, que debería estar considerado como uno de los mejores representantes de futbolistas.

Pocas veces habremos visto esa acción en un campo de fútbol y mucho menos en el ámbito profesional. Desde el domingo, si algunos teníamos debilidad por Gavi, ahora le añadimos admiración