Eric Garcia no es cuestión de dinero

Eric García

Eric García

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

Eric Garcia se marchó del Barça a los dieciséis años sin dejar ni un duro y volverá cuatro años más tarde sin costar un duro. Como debe ser. Antes lo habían hecho Piqué, por quien el Barça pagó cinco millones al Manchester United, muy lejos de los 40 que cobró el Arsenal por Cesc. Otros canteranos, la gran mayoría, nunca regresaron ni lo harán. Xavi Hernández, leyenda culé, dijo en 2017 que “nunca ficharía a un jugador que se ha ido del Barça”. La frase es, seguramente, demasiado categórica, aunque válida como aviso para todos aquellos que buscan crecer demasiado rápido, aprender idiomas o pegar un pelotazo. Cada uno sabrá sus razones y el club ni debe ni puede entrar en ellas. A Xavi, como a cualquier otro culé, le molesta que los canteranos se vayan por la puerta de atrás, pero esta es la realidad en “la industria del fútbol”, como benévolamente llama Javier Tebas a este deporte, mucho más un negocio especulativo que una industria productiva. Más bolsa que fábrica.

Lo único que puede hacer el Barça es hacerse respetar. Y eso pasa por no gastar ni un solo euro en un futbolista que, libremente, decidió marcharse. Cuando un cadete a quien el club ha amamantado se va, debe tener muy claro que solo existe un camino de vuelta: la carta de libertad. El agujero económico del club es algo secundario y las relaciones epistolares entre candidatos y presidentes de juntas gestoras, prescindibles. Ni siquiera los ERTES que sufren los trabajadores de la entidad deben servir de argumento. Mucho menos la amenaza, en el caso de Eric inexistente, de acabar en otro club. La puerta está abierta para quien quiera irse, pero cerrada para quien quiera volver si no lo hace sin mochila. El Barça puede ser hoy pobre, pero nunca puede dejar de ser digno.