Érase una vez el derbi

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Joan Mª Batlle

Joan Mª Batlle

Hubo una vez que Barcelona vibraba con los Barça-Espanyol, que los derbis encendían pasiones en la calle y en las gradas mientras en el campo se libraban auténticas batallas futbolísticas, que había fútbol y pelea por el resultado final, vamos. Hubo una vez que los medios de comunicación nos pasábamos una semana reuniendo a los protagonistas, en mitad de la Diagonal, en el Camp Nou o en Sarriá, en algún restaurante. Portero con portero, Artola y Urruti, por ejemplo. Goleador con goleador, pongamos Quini y Marañón. Crack de la cantera con crack de la cantera, Rexach y Solsona era un clásico. Presidente con presidente. Y no digamos ya entrenador con entrenador. Servidor hizo muchos reportajes de este tipo: Lattek y Maguregui, dos señores que brindaban unas tertulias memorables. Venables y Azkargorta, que se fumaban en armonía un par de puros habanos. Robson y Carcelén, a los que hicimos jugar una partida de futbolín... Todos ellos contribuían a realzar el derbi. Y también a calentarlo a conveniencia, que en definitiva eso es fútbol.

MÍNIMA RIVALIDAD. 

Conclusión: todos entendíamos lo que significaba la expresión “máxima rivalidad” que nos venía dada por la historia. Pues bien, todo esto se acabó, hace tiempo que se acabó. Hoy ni siquiera habrá la foto con los dos entrenadores que un mal día los clubs se inventaron para que los periodistas dejásemos de molestar con tanta entrevista y reportaje. Una fotito, cuatro palabritas para salir del paso, y va que chuta. Ni eso. Rufete se ha borrado, dice que tiene la agenda muy cargada... ¡vaya, hombre! Una extensión de la realidad: el Espanyol hace tiempo que se ha borrado. La máxima rivalidad, que ahora es mínima, se ha perdido básicamente porque la diferencias futbolísticas y económicas se han vuelto estratosféricas, pero también porque el Espanyol se ha encerrado en sí mismo, se ha conformado con perder una y mil veces estos derbis que antaño sacaban su rebeldía. Hoy, en manos de un empresario chino que no sabe nada de historia ni de rebeldía ni del espíritu perico, muy probablemente baje a Segunda División. Será el último derbi hasta véte a saber cuándo, que sin alma la Segunda será una trampa mortal.