La épica es un recurso, no una solución

Imagen del Barça-Betis en el Camp Nou

Imagen del Barça-Betis en el Camp Nou / Valentí Enrich

Jordi Costa

Jordi Costa

La parte positiva de recibir un baño como el que el Betis le dio al Barça es que no da opción a la autoexcusa. Ni la cantada de Ter Stegen, ni acabar el partido con diez hombres y ni siquiera la mala -y recurrente- costumbre de buscar en la actitud la explicación de las derrotas. Solo queda espacio para reflexionar por qué, tras una gran fase de resultados y juego, llega un rival inferior y te da una lección en tu terreno. Y, evidentemente, la conclusión no puede ser, de ninguna manera, que sin Leo Messi vivíamos mejor.

Es cierto que, en ausencia del ‘10’, Ernesto Valverde halló un equilibrio que le permitió sacar el máximo partido de un colectivo con menos talento. También se entiende que es difícil sostener una presión alta como la que había exhibido el equipo, con asignaciones individuales sobre la salida de balón rival, cuando uno de tus hombres no se implica defensivamente. Pero el Barça no se partió ni quedó a merced del Betis por culpa de Messi, sino porque se encontró con un rival con la personalidad suficiente para querer el balón, por tanto no permitir que los de Valverde lo tuvieran y se juntaran cerca de su área y, en consecuencia, hacerle el partido más incómodo posible al líder con su propia medicina.

Llegados a este punto, en el descanso pareció buena idea sustituir a Arthur por Arturo Vidal, porque al brasileño le estaba pasando por encima un partido tan largo -en distancias- mientras que el chileno garantizaba más recorrido de ida y vuelta y una mayor agresividad. Y lo cierto es que la permuta tuvo efecto porque el Barça fue más eficaz en la recuperación y llegó mucho más al área de Pau en la segunda parte -los tres goles marcados lo atestiguan-, pero en ningún momento logró tomar el control del partido. En lugar de intentar domar el balón, Valverde optó por acabar de enloquecer el partido. Y en el pecado estuvo la penitencia.

La última vuelta de tuerca fue permitir que Piqué ejerciera de Alexanko -por iniciativa del propio central- cuando todavía quedaban muchos minutos. El recurso a la desesperada salió muy bien en Vallecas ante el Rayo, pero no tuvo el efecto deseado frente al Betis. Y es que al Barça raramente se le ha dado bien la épica, sobre todo cuando esta implica desdibujarse y renunciar a su credo futbolístico.

Pensar que el equipo jugó mejor en la segunda parte, solo porque el marcador dice que estuvo cerca de empatar, es engañarse. Es mucho más operativo tomar nota de lo sucedido y estar preparado para el próximo rival valiente.