De la épica, la ética y la estética

Piqué

Piqué / Piqué está de vacaciones

Carme Barceló

Carme Barceló

“Al Luz de Gas ya no vas”, me dice uno de los veteranos miembros de mi sanedrín del barrio. La verdad es que el cuerpo no me pedía jota y nunca me planteé la posibilidad de subirme al carro del presidente y acercarme a la mítica sala a celebrar un posible título de Liga. Si el trofeo llegara o llegase, lo festejaría con los sufridores que tuvieron que soportar ataques directos a su persona el pasado jueves en el Camp Nou ante el Eintracht.

O con los seguidores del Barça que no pudieron pagar el precio de esas entradas y que esperaron, en vano, un gesto de un club que optó por hacer caja. Laporta compareció ayer ante los medios para aclarar lo que ni él tenía del todo claro. Echó balones fuera, se le vio incómodo con el asunto -cuando es el mejor si domina el tema y se lo creé a pies juntillas- y aprovechó para desviar el foco hacia los arbitrajes.

Cierto es que el nivel y las últimas actuaciones de los colegiados en la Liga merecen un capítulo aparte, pero ayer no tocaba. Fue el mismo presidente el que lo dijo en varias ocasiones pero, listo como es, volvió a insistir en la cuestión con el fin de entretener al personal y olvidar que se apagó la luz de gas, la de la Eurocopa y la de la Liga. Xavi, roto doce horas antes, ya habló de ausencia de fe. Y yo le sumo la falta de épica.

La comparecencia del mandatario del FC Barcelona forma parte de la estética obligada en estos casos. La masa social tiene un peso enorme y la junta directiva se enfrentaba a su primera crisis de calado. Pasada la medianoche y justo después de la rueda de prensa de Xavi, uno de los capitanes convocaba la suya en la que ni iba a hablar de la dolorosa derrota ante el Cádiz ni de un estadio invadido de alemanes.

El objetivo de Piqué no era deportivo ni institucional: era personal. Y en ese feo asunto de audios, comisiones y competiciones en países que no respetan los derechos humanos, la ética señala el camino. Existe un conflicto de intereses que levanta suspicacias, sobre todo a seiscientos kilómetros, dado que el jugador tiene ficha en la FEF y es dueño del Andorra. Lo de menos es el colegueo del ‘Geri’ y el ‘Rubi’. Lo de más es el qué y el quién/es están delante y detrás del asunto y les interesa que éste ocupe portadas.