Un entrenador, dos niños, tres detalles

Ilias durante el derbi

Ilias durante el derbi / Reuters

Joan Mª Batlle

Joan Mª Batlle

Empieza la ‘era Xavi’ con una victoria por la mínima, de penalti mínimo y sufrimiento hasta el minuto 96. No se podía esperar mucho más con un equipo sin confianza, descompensado y roto por las lesiones como el que se ha encontrado el nuevo entrenador que, para más inri, no ha podido entrenar con todos juntos más allá de cuatro días. En el derbi sí que valía eso tan odiado en el Camp Nou, el “hay que ganar como sea”, como mañana contra el Benfica.

Y a partir de ahí ya se le podrán pedir más cosas a Xavi, que habrá tenido algún día más para ensayar jugadas, tácticas, conocer más a fondo a muchos de sus jugadores, juntarles, adaptarlos al sistema... Eso y esperar a que la enfermería se vacíe. De momento, hay que conformarse con el plus de motivación que ha traído Xavi, la actitud extra que consiga sacarle a cada jugador, la credibilidad que logre con su discurso y los retoques tácticos de urgencia que se puedan asimilar.

Sin medias tintas

En este sentido sí se puede afirmar que en el derbi se vio bastante más que a un nuevo entrenador; se vio a un entrenador que ejerció como tal, sin dudas ni medias tintas. Todo lo que hizo Xavi obedeció a un plan. No tiene extremos pero puso dos extremos, dos niños nuevos aparecieron en el panorama barcelonista. Ilias en la primera parte y Abde en la segunda. Mejor el segundo que el primero, pero ambos mejores que los inventos del anterior entrenador, ya saben, poner de extremos a defensas y centrocampistas, Dest, Gavi, Sergi Roberto, a Coutinho... 

Y luego, tres detalles muy significativos. Uno bueno y dos malos. En el lado positivo, la presión, que es fruto de la actitud y la intensidad que con Ronald Koeman solo duró un día, el del debut en la presente Liga, allá por el lejano mes de agosto.

En el lado opuesto, la falta de gol, que Xavi intentó resolver sin éxito adelantando al holandés De Jong, y la debilidad defensiva escenificada con toda su crudeza en los dos cabezazos de Dimata y De Tomás sin ningún defensa azulgrana a su alrededor. Mejores intenciones que juego, en definitiva. Pero la sensación es que Xavi sabe lo que hay que hacer, que es mucho, muchísimo, después de dos entrenadores a los que el cargo les vino grande.