Entre las dudas del VAR y las dudas de Valverde

Ernesto Valverde, entrenador del Barcelona

Ernesto Valverde, entrenador del Barcelona / Efe

Ernest Folch

Ernest Folch

El Barça-Girona será recordado como el primer partido en el que el VAR no sirvió para ayudar al árbitro sino para confundirlo. Corría el minuto 36 de la primera parte, y con el marcador 1 a 0 a favor del Barça, un codazo de Lenglet que no fue protestado por el Girona y que hubiera quedado como un lance del juego fue sancionado con tarjeta roja por Gil Manzano tras una consulta personal en el monitor del VAR. Tan cierto es que hubo contacto como que el defensa francés del Barça, que por fin estrenaba titularidad, no lo hizo voluntariamente. Incluso Pere Pons, el presunto agredido, fue honesto y reconoció que no hubo nada: “Pensé que era falta mía”, dijo al final del partido, admitiendo su perplejidad con la decisión.

El error garrafal sirve para exigir una vuelta de tuerca más al celebrado VAR: no basta con ver la realidad, también hay que interpretarla correctamente. Y quizás Gil Manzano, un árbitro que ya ha expulsado tres blaugranas en el Camp Nou desde el 2015, no sea el más indicado para hacerlo. Ahora bien: no todo lo que le sucedió al Barça tuvo que ver con el árbitro, porque lo primero que hay que decir es que se encontró a un Girona ambicioso, alegre y bien plantado, que sacó petróleo de Stuani, un goleador formidable que enchufó dos golazos y dejó en evidencia a la defensa blaugrana durante toda la noche. Y es que el partido sirvió par mostrar las dos caras del Barça: efectividad ofensiva, con un Leo Messi extraordinario un día más, generando espacios imposibles cada vez que tocaba el balón, frente a la inoperancia de la zaga, que se ha convertido en el gran punto débil de este Barça: van ya cinco goles encajados en cinco partidos y una sensación general de fragilidad.

Fue exactamente la misma debilidad que enseñó Valverde cuando cambió a Dembélé por Umtiti con un empate a 1 y envió un mensaje demasiado conservador en un club en el que la genética pide exactamente lo contrario, es decir, valentía y audacia frente a la adversidad. Dentro de la decepción de los dos puntos perdidos, queda otro gran partido de Messi, el efecto revitalizador que tuvo la entrada de Coutinho y el reconocimiento de que el equipo equilibró con diez un partido muy difícil en el que no dejó nunca de luchar hasta la extenuación. Sin embargo, nada pudo evitar un empate que empezó a fraguarse con las dudas del VAR y terminó por cuajar con las dudas de Valverde.