La enorme tristeza del Camp Nou vacío

Las gradas del Camp Nou, vacías mientras los jugadores realizan los ejercicios de calentamiento

Las gradas del Camp Nou, vacías mientras los jugadores realizan los ejercicios de calentamiento / VALENTÍ ENRICH

Joan Mª Batlle

Joan Mª Batlle

Técnicamente, lo de ayer fue un derbi, sí. Se enfrentaron el Barça y el Espanyol en el Camp Nou, pero espectáculo y resultado al margen, no fue un derbi de verdad, fue un derbi descafeinado porque le faltaban unos protagonistas insustituibles: los aficionados en las gradas. De hecho, todos los partidos que, después del confinamiento, hemos tenido que ver por televisión han sido un sucedáneo de lo que es el fútbol. Nula pasión, menor intensidad en los equipos, mayor intervencionismo arbitral por la nula presión ambiental... Pero lo de ayer en el Camp Nou fue más triste todavía. Ver un derbi sin cánticos, sin pitos ni aplausos, sin rivalidad en las gradas... nos produjo una enorme tristeza. El fútbol, sin afición no es fútbol. La maldita pandemia del coronavirus nos ha traído un final de Liga que, acabe como acabe, sin duda ha alterado la competición. 

EL PRIVILEGIO DEL BARÇA. 

En estos momentos en los que la ausencia de público vuelve a poner el dedo en la llaga de la nueva, y peligrosa, realidad del fútbol, esta en la que, como se ha visto, el dinero está por encima de la afición, cobra más fuerza el privilegio del Barcelona, que junto al Madrid, el Athletic y Osasuna, supo sortear la trampa mortal de las Sociedades Anónimas. Pónganse por un momento en la piel de un socio del Valencia al que la hija de un millonario de Singapur que un mal día les compró el club, acaba de espetarle en su propia cara que "el club es suyo y harán con el club lo que quieran". Y no digamos ya en la de un socio periquito, al que un señor de la China les ha enviado a Segunda División y encima le da todo el poder al inepto que ha hecho el peor equipo de su historia.  Esto ha de ser tremendo, son meros clientes que importan un rábano a la propiedad. Todo lo contrario que ser socio del Barça, que significa ser el propietario del club, tener voz y voto, participar mínimamente de su gestión, quitar y poner presidentes y, lo más importante, velar para que ningún intruso le robe el alma y la esencia del club. Ayer el derbi se jugó en un Camp Nou vacío, pero aún con esta enorme tristeza, los barcelonistas saben que esto es temporal, que a ellos nunca les quitarán su club. Muy pocos pueden decir lo mismo.