De emoción también se vive

El Madrid ya conoce su primer rival en la Copa del Rey

El Madrid ya conoce su primer rival en la Copa del Rey / EFE

Carme Barceló

Carme Barceló

Pues nada, ya tenemos a la parroquia blanca feliz como una perdiz por haberse clasificado para la final de la Supercopa de Arabia. Ay, perdón! De España. Me cuesta mucho localizar este torneo correctamente. Desde que lo han hecho a medida para hacer caja y dar cabida a este primer finalista, me pierdo. Tanto como la realización de este Valencia-Real Madrid buscando mujeres en la grada para asentar el mensaje integrador de la FEF. Ya lo escribí hace unos meses en esta columna: el minuto 91 es el que cuenta de verdad. La realidad del país sigue siendo la misma, por mucho que intenten llenar un estadio a golpe de talonario.

Con y sin velo, fueron pocas las que fueron ayer al partido y mucho me temo que pasará lo mismo esta noche. A ellas se las sigue discriminando y recortando brutalmente sus derechos. No me vale una foto de una mujer conduciendo o jaleando al equipo español de turno. No. La realidad es otra. La verdad verdadera es la de un país que, además de atizar, flagelar y reprimir, tampoco ha conseguido emocionar con esta Supercopa. No hay nada comparable a jugar con tu gente o, por lo menos, que puedan aproximarse con facilidad. Pero hay que hacer caja y, encima, dar las gracias. Ni sienten, ni padecen.

Que el Real Madrid fue el justo ganador de la primera semifinal también es de una certeza irrebatible. Que ha sido invitado sin méritos propios, también. Y que el Betis también merecía el mismo gesto, una obviedad. Pero, claro, el tirón merengue es mayor que el blanquiverde por lo que los andaluces se quedaron en su casa y aquí paz y después, gloria. La misma que pretenden conseguir los de Zidane para incluir un título al 2019, aunque se dispute en 2020. Vamos a vivir tres días como si este híbrido socio-deportivo fuera una Champions, me lo veo venir. Al Barça le toca hacer los deberes como campeón de la última Liga, como líder de la actual y para enamorar en un desierto en lo que parece haberse convertido el fútbol español. De emoción también se vive, sí.