La Última

El extremo guardioliano

Martí Perarnau

Isaac Cuenca volverá pronto al filial. Su sitio está en el B, pero en la libreta dorada de Pep ya hay otra señal en rojo: ha encontrado otro ejemplar de “extremo guardioliano”, un extremo con dos caras: una por fuera y otra por dentro. Hay poca gente capaz de jugar por fuera y por dentro sin inmutarse, interpretando la partitura correcta en cada caso. Los hay muy buenos por fuera, pero que se aturullan en cuanto deben irse hacia dentro. Y viceversa. Para su singular lenguaje futbolístico, Pep necesita extremos con esos dos rostros. Pedro es el paradigma del “extremo guardioliano”, pues todos los recursos técnicos o físicos que se le puedan atribuir quedan en segundo término ante la prioridad: su polivalencia táctica.

Esa multifuncionalidad no consiste en atacar y defender, que también es muy importante, sino en abrir y cerrar. Abrirse por fuera o cerrarse por dentro, según las necesidades del momento. No es ocioso que todos los solistas que siguen la estela de Pedro posean esa capacidad dual: Afellay, un interior holandés al que Pep le adivina rasgos de velocidad y desborde para actuar de extremo; Iniesta, que ha demostrado más que nadie su virtuosismo para tocar el violín de dentro y el de fuera sin transiciones; Alexis, explosivo como extremo, brillante como interior en su último año en Italia; y ahora Isaac Cuenca, un interior al que Francesc García Pimienta reconvirtió en extremo a su paso por el Juvenil A de La Masia.

El Barça nunca agradecerá suficiente la tarea oscura de sus entrenadores de base. Cuenca es hoy quien es gracias a los maestros que olisquearon su talento y enfocaron su destino. Es la ventaja de poseer un idioma futbolístico común en todas las categorías: el glosario es conocido por todos y permite encauzar las carreras. Con García Pimienta, el joven Cuenca aprendió a driblar, desbordar y centrar. El juego por dentro ya lo controlaba por su origen como interior; el de fuera, lo aprendió. El dominio de ambos enamoró a Guardiola: fue el miércoles 20 de julio, durante el tercer entrenamiento de pretemporada, el primero que realizaron conjuntamente el primer equipo y el Barça B. Guardiola y Vilanova se miraron y dijeron: éste.

Habían encontrado al replicante de Pedro. Con menos combatividad (de momento) y mejor regate. El proceso de su asentamiento en el Camp Nou será largo porque no hay prisa: Guardiola no quiere más casos de precocidad precipitada que acaba pagándose con la frustración colectiva. Prefiere la maduración a fuego lento. Pero el nuevo ejemplar de 'extremo guardioliano' ya ha sido marcado en rojo y aunque, probablemente, vivirá los próximos meses en el filial para seguir curtiéndose, su destino como intérprete con dos rostros ya está configurado.