El ejemplo alemán

Peter Bosz, entrenador del Bayer Leverkusen

Peter Bosz, entrenador del Bayer Leverkusen / sport

Jordi Cruyff

Jordi Cruyff

Mucha gente dará por hecho que los futbolistas alemanes que han reanudado sus entrenamientos llevarán máscaras y guantes para protegerse de posibles contagios. O que jugadores y cuerpos técnicos acuden a las ciudades deportivas algo atemorizados por el miedo al contagio. Nada más lejos de la realidad.

Peter Bosz, actual entrenador del Bayer 04 Leverkusen a quien conozco bien por su paso como entrenador del Maccabi Tel Aviv cuando yo ocupaba la dirección deportiva, se pasa unas cinco horas al día en las instalaciones del club y transmite una sensación de normalidad que me atrevería a calificar de sana. Sería peor vivir en un estado psicosis permanente. Ahora que muchas voces señalan al fútbol como supuesto agitador de comportamientos irresponsables, ¿por qué no le damos la vuelta y miramos nuestro sector como un ejemplo de cómo regresar a la actividad laboral con prudencia, responsabilidad y prescindiendo de miedos innecesarios?

Yo me fijaría precisamente en el ejemplo alemán. Desde que comenzaron los entrenamientos en el Bayer Leverkusen a principios de mes, la acumulación de jugadores sobre el césped ha sido paulatina: por parejas siempre fijas en las primeras semanas, sin mezclarse y evitando contacto a toda costa, posteriormente en grupos de cuatro, también fijos, por turnos y con una pausa en los relevos de unos quince minutos, hasta llegar a dos grupos de nueve jugadores en dos tramos de la jornada y sin haber tampoco interacción entre ambos bloques. Además, el Bayer Leverkusen tiene su propio ‘hotel’ en la ciudad deportiva. Cada jugador dispone de una habitación para cambiarse y ducharse antes y después del entrenamiento.

En Alemania ha imperado el sentido común, lógicamente arropado por un nivel de contagio ‘manejable’ y con una baja tasa de mortalidad. Pero hay un común denominador que comparte con el fútbol español y otras grandes ligas: cuanto más se prolongue el parón competitivo, más crece el peligro de que algunos clubes se vayan a pique. En especial, los más modestos.

De entrada, los equipos de la Bundesliga que participan en la Champions, Bayern Múnich, Borussia Dortmund, RB Leipzig y Bayer Leverkusen, activaron una medida ejemplar renunciando a parte de sus ingresos televisivos para donar 20 millones de euros al resto de clubes de primera y segunda división del fútbol alemán.

Y ahora parten del consenso de que la competición se podrá reanudar en mayo, a puerta cerrada, con todas las cautelas oportunas, abiertos a dar un paso atrás en caso de contagios, pero conscientes de que el regreso a la liga no solo supondría una tabla de salvación para el fútbol alemán, también acapararía grandes audiencias a nivel global ante la falta de actividad en otras ligas europeas.

En España La Liga representa el 1,37% del Producto Interior Bruto (PIB) del país y su efecto en la economía se multiplica por cuatro si nos fijamos en los empleos indirectos que genera en otros sectores como hostelería, medios de comunicación, patrocinios, etc. Para llegar a este punto de consenso, en Alemania ha habido un hilo directo entre el fútbol y el gobierno, con un solo interlocutor, no con varias voces intentándose hacer notar como ocurre en España. Está imperando la lógica, apoyada en un estado de confianza en sus gobernantes que, admitámoslo, nos genera mucha envidia sana.

ME GUSTA

La actitud de las aficiones del Athletic de Bilbao y la Real Sociedad. Su particular derbi con sus himnos y colores desde sus balcones fue un ejemplo de rivalidad sana y reforzó la idea de que merecen una final de Copa del Rey con público, sea cuando sea. Y más tratándose una ocasión única y prácticamente irrepetible.

NO ME GUSTA

De nuevo, las quejas permanentes en el fútbol español. Ahora con la propuesta de la RFEF para los puestos europeos de la Liga o las categorías no profesionales, con el consiguiente enfado de equipos de 2ªB que pelean por el ascenso. Escuchamos demasiadas voces más preocupadas por posicionarse que buscar una solución. También ocurre en la clase política española.