El efecto Dembélé

Dembélé marcó un golazo que demuestra su clase

Dembélé marcó un golazo que demuestra su clase / AFP

Joan Mª Batlle

Joan Mª Batlle

Para bien o para mal, Dembélé es uno de estos futbolistas que no dejan indiferente a nadie, un futbolista que tiene aroma de crack, pero que, dada su juventud, debe pulir algunas cosas, de su juego y de su carácter, especialmente de su carácter. Para entendernos, futbolistas de primera división hay muchos. Buenos futbolistas de primera división, menos. Grandes jugadores, muchísimos menos. Y futbolistas que marquen diferencias, no más de quince o veinte. Pues bien, Dembélé es uno de ellos. A pesar de su irregularidad, de la intermitencia en su juego, es un jugador especial, un futbolista que está en fase ascendente y al que hemos visto pasar por distintas etapas desde que llegó al Camp Nou. Primero, anárquico, una de cal y otra de arena, pero siempre sorprendente.

Después, resultón, nos costaba entender algunas decisiones que tomaba en el juego pero empezamos a ver que la mayoría daban buen resultado. Más tarde, revulsivo, salía en la segundas partes y resolvía. Y finalmente, titular y decisivo. Sus números son importantes: Marcó el gol que dio el título de la Supercopa, el de los tres puntos en Valladolid, ha sido determinante en remontadas tan al límite como las de la Real Sociedad, Rayo Vallecano y Atlético... ha dado, en definitiva, un montón de puntos. Sus dos últimos partidos han sido estelares. En el derbi contra el Espanyol rompió a la defensa blanquiazul, marcó un golazo y le regaló otro a Suárez. Y el gol que marcó al Tottenham fue mucho más que un golazo, fue una obra de arte: presión, robo de balón en campo propio, conducción, cambio de ritmo, recorte y remate. Es decir, casi todos los lances que en una misma jugada se le pueden pedir a un futbolista. Un gol que perfectamente firmaría orgulloso Leo Messi, con eso está todo dicho. 

El efecto Dembélé sobre el terreno de juego, pues, está fuera de toda duda. Por condiciones físicas, esa velocidad que le hace especialmente letal en el contragolpe, y virtudes técnicas, esa habilidad con las dos piernas que le hace casi único, desequilibra y marca diferencias. Hay un efecto en casi todas las acciones que ejecuta, lo cual muy pocos jugadores pueden decir. Pero junto al efecto, hay un defecto: en lo personal presenta muchas dudas, se mueve en terrenos pantanosos, entre la indisciplina y la rebeldía. Más allá de los motivos por los que a Dembélé se le pegan las sábanas, aquí hay una serie de conceptos innegociables: la actitud, el compromiso y el respeto al club y a los compañeros. Dembélé debe saber que está jugándose su futuro. Si le cuesta despertarse porque se va tarde a la cama, no es lo mismo que sea porque la noche se le hace larga en algún local de moda o porque se le pasan las horas con los videojuegos y los amigos en casa. En cualquier caso, hay una falta de profesionalidad inadmisible. A Dembélé hay que hacerle entender que ni los más grandes han salido indemnes de la indisciplina o la irresponsabilidad. En el mismo Barça hay más de un ejemplo. Ronaldinho, sin ir más lejos, también llegaba tarde a los entrenamientos, o directamente no llegaba, y le escondían en el gimnasio.

Por cierto, que tal vez sería bueno que Ronnie, en su calidad de embajador del club (¿todavía lo es?), dedicara un tiempo a explicar a Dembélé cómo tiró por la borda gran parte de su carrera. A Ronaldinho le echó Guardiola nada más hacerse cargo del equipo. Era un mal ejemplo para el colectivo y una influencia negativa para Messi, que se llevaba muy bien con él. Recuerdo que en aquella época, en la directiva había más preocupación por Leo que por Ronaldinho, que ya era un caso perdido. También Messi podría explicarle algo de eso al joven Ousmane. Miren, si alguien tiene ascendencia sobre un futbolista joven, rebelde y presumiblemente ingobernable, este es Messi. Como digo, también Messi fue joven y la “dolce vita” le tentó en el inicio de su carrera en el Barça. Sus reflexiones, la manera de encarar aquella fase de su vida, son las que mejor pueden hacer reaccionar a Ousmane. Antes que castigos, ayuda. El Barça tiene a un gran jugador en ciernes y una inversión millonaria que defender. Y me alegra que en esta segunda crisis la estrategia vaya por ahí: una multa, que no un castigo humillante, y que pida perdón al vestuario. Sus compañeros le darán una segunda oportunidad, vamos bien. Un tío con esta velocidad, con este regate, con este manejo de las dos piernas, con su visión de juego y la química que ya apunta con Messi, no puede dejarse perder. 

Lucas Vázquez como síntoma

El Madrid atraviesa por una de las etapas menos glamourosas de los últimos años. La teoría de los Pavones y Zidanes con la que Florentino Pérez ejemplarizó su política deportiva, pero siempre más dada a los mediáticos que a los canteranos, se ha esfumado de forma más que significativa. Se ha ido Cristiano y las figuras que quedaban se han caído una detrás de otra. Bale no es un líder, Benzema no ve puerta, Isco y Asensio son suplentes. Ahora hay más Pavones que Zidanes, ya saben: Llorente, Reguilón, Fede Valverde, Lucas Vázquez... Sobre todo, Lucas Vázquez... Lucas es el modelo que Solari ha encontrado para demostrar a los cracks que nadie es imprescindible. Lucas Vázquez como ejemplo del trabajo, esfuerzo y sacrificio que las estrellas no le ofrecen. Y miren por donde, en principio la cosa les ha funcionado. El Madrid sigue sin jugar a nada, aburre hasta a las ovejas con su fútbol pedestre, pero ha detenido la sangría de resultados.

El 3-0 de Eibar fue una humillación histórica pero sirvió para retratar a los culpables y dar fuerza al entrenador para aplicar medidas de gran calado. Lucas Vázquez es, a la vez, solución y síntoma. Es un buen futbolista, pero sobre todo es un profesional humilde, honesto y trabajador. Un currante de lujo, en toda la expresión de la palabra, extremo y lateral, chico para todo si hace falta. En un equipo en el que muchos se escaquean y pocos defienden, un jugador como Lucas Vázquez es mano de santo. Pero también es la confirmación del gran problema del Madrid. Sus figuras están sobrevaloradas y ya no tienen los goles de Cristiano Ronaldo que les tapen las miserias.