Efectivamente, Pep Guardiola es un fracasado

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Toni Frieros

Toni Frieros

El 6 de febrero de 2015 entrevisté en Manchester a Rodolfo Borrell, entonces director de la academia del City. Le había fichado un año antes TxikiBegiristain después de que Borrell estuviera al frente de la academia del Liverpool.

El descubridor de Cesc Fàbregas, el técnico que tuvo el honor  de ganarlo todo con el Infantil A del Barça con PiquéMessi y el propio Cesc, decía  entonces que “jamás puedes ir a un país e imponer tu modo de ver las cosas (el fútbol). Al revés, has de aclimatarte tú, aprender de todas las cosas buenas que tiene, en este caso el fútbol inglés, que son muchas”.  Y agregó Borrell: “Admiro  la fuerza, la pasión y la entrega de los jugadores en Inglaterra”. ¿Qué podía, entonces, aportar un hombre con el ADN Barça marcado a fuego en la piel?: “Se puede hacer un fútbol genuinamente físico y competitivo a la vez que se puede tener buen trato con el balón, ser combinativo, tener inteligencia táctica y, sobre todo, elevar el nivel técnico”.

El camino es innegociable

Una de las primeras decisiones que tomó Pep Guardiola cuando aterrizó en el City fue incorporar a Borrell a su staff técnico. Y cuando Domènec Torrent, mano derecha de Pep, se fue a entrenar al New York City, Borrell pasó a ocupar su puesto.

Que el Manchester City haya ganado por segunda vez consecutiva la Premier League es la confirmación de que el método, la filosofía, el camino, es básico... e innegociable. Y tiene un mérito enorme porque ha llegado en el último partido y con un solo punto de ventaja sobre el Liverpool, un extraordinario y colosal oponente.

El  Manchester City, más como conglomerado empresarial que como club propiamente dicho, lleva muchos años poniendo todos los recursos necesarios en potenciar esta filosofía de juego... sin desviarse un milímetro de ese objetivo incluso en época de tormentas. Desde que aterrizaron Ferran Soriano y Txiki Begiristain así ha sido. Y el fichaje de Pep Guardiola fue el broche de oro a este modelo de éxito. Se han juntado, futbolísticamente hablando, el hambre y las ganas de comer.

Guardiola ha encontrado en el City las complicidades y la tranquilidad que le faltaron en el FC Barcelona y en el Bayern Munich, clubs en los que no siempre su palabra era ley. En el City tiene plenos poderes. En todo. Su gran mérito ha sido incorporar a aquellos jugadores que él creía que se adaptarían al estilo de juego que él quería imponer en Inglaterra. Dirán ustedes que con dinero en caja es fácil. No, se equivocan. En Inglaterra tienen el mismo dinero Chelsea, United, Liverpool o Tottenham.  La diferencia entre Pep y Mourinho (despedido del Chelsea y United), por ejemplo, es el perfil de futbolistas que han fichado uno y otro.

Haber llamado fracasado a Guardiola por no haber ganado la Champions League con el City fue una injusticia imperdonable. Le echó un gol marcado con la mano por Llorente y hasta el último suspiro tuvo opciones de eliminar... a quién jugará la final del 1 de junio.

Pep construyó el mejor Barça de todos los tiempos. Sin duda alguna. Y lo hizo tomando decisiones drásticas, como fue prescindir de RonaldinhoDeco y luego Eto’o. Es decir, fue valiente. Sí, contó con MessiXavi Iniesta, pero también los tuvo Rijkaard durante dos años y no pudo conquistar ningún título. Su obra no tuvo continuidad.

No existe en la historia reciente del fútbol mundial un entrenador que haya  tenido tanta influencia y éxito en el juego como Guardiola. Primero, porque es reconocible. Segundo, porque gana títulos. Y tercero, porque entretiene. Además, no hay un solo seguidor del Manchester City que cambie la Premier League por la Champions. Efectivamente, Pep es un fracasado.