La dura realidad: “¡derrama, derrama!”

Leo Messi celebra un gol con el Barça

Leo Messi celebra un gol con el Barça / VALENTÍ ENRICH

Marc Menchén

Marc Menchén

¿Pero cómo pueden vender a fulano y quedarse a mengano? ¡Cómo va a ser una buena operación si se va gratis! Qué poco previsor recuperar a un cedido pagando para venderlo a los veinte días… Este mercado de fichajes ha dejado muchísimas operaciones difíciles de explicar bajo criterios estrictamente deportivos, y eso ha sembrado el desconcierto lógico entre los aficionados. Y es que, claro ejemplo el FC Barcelona, esta ventana de fichajes había que leerla bajo el prisma económico más que nunca.

No olvidemos que los clubes de LaLiga cerrarán la temporada 2020-2021 con unas pérdidas de 700 millones de euros y la certeza de que los ingresos pre-pandemia no volverán como mínimo hasta 2022-2023. Así pues, la tarea era doble: hacer caja con los futbolistas que tuvieran cierto cartel, estuvieran muy amortizados o les quedara sólo un año de contrato (excepción del PSG y Mbappé; allí 200 millones no son problema), al tiempo que dar salida a las nóminas que han quedado desfasadas o pactar recortes.

Vayamos al caso del Barça y la dolorosa salida de Messi. Pongámonos las gafas de quien lleva los números y debe conducir al club a la sostenibilidad económica más pronto que tarde; no olvidemos que, aquí, más pérdidas sólo implican más deuda y alargar la agonía financiera actual por más años. ¿Qué tenía? Una masa salarial de más de 600 millones de euros, equivalente al 110% de los ingresos. El infierno de cualquier director financiero que se encuentra ante unos ingresos hundidos por la pandemia y unos costes fijos imposibles de recortar si no es por presión mediática y ardua negociación.

Volvamos al fatídico 5 de agosto. Messi no seguirá en el Barça. ¿Inevitable? Con los números en la mano, les diría que sí. Quedó claro que el club sólo le pidió una rebaja del 50% a recuperar en años venidos, que él lo aceptó y no propuso ir más allá, que, según nos dijo Laporta, es lo mínimo que aceptaba el delantero argentino. El optimismo de un mercado con ventas importantes y encajes de bolillos del presidente, con la frialdad de los números. ¿Los 250 millones del contrato que este mismo diario publicó asegurarían en dos años un giro drástico en los resultados deportivos y económicos? Difícil de creer.

Muchos señalan que el Barça está intervenido hoy por los avalistas, y sólo hay que recordar que quien puso avales lo único que quiere es que el club se reordene pronto y sea sostenible. Sólo así eliminarán el riesgo de perder dinero, y cortar la cabeza al rey -disculpen la expresión- casi era un paso necesario para lo que vino después: esta vez sí, rebaja de sueldo, además de diferimiento, para los cuatro capitanes: Piqué, Busquets, Alba y Roberto. Difícilmente habrían accedido si quien más percibía no pasaba por el aro.

A eso se le ha sumado la salida de Griezmann y el intento fallido por Coutinho, pero hay un aspecto incuestionable. Entre entradas y salidas, Ferran Reverter y Mateu Alemany han conseguido recortar el gasto en plantilla deportiva en casi 200 millones de euros. Es decir, que la masa salarial habrá pasado en un año de unos 640 millones a 450 millones de euros. Y sí, algunos dirán que a costa de perder competitividad deportiva, relevancia internacional y muchas cosas más. Pero en la vida no se puede tener todo, tampoco un club que en un año sea capaz de reestructurarse económicamente, estar repleto de estrellas y optar a todos los títulos. A no ser que nos digan aquello de: “’¡derrama, derrama!”.