Dulce tarde en la “Llotja”

El 'Kun' estrenó su cuenta goleadora en el clásico; ahora, es el momento de su primera titularidad

El 'Kun' estrenó su cuenta goleadora en el clásico; ahora, es el momento de su primera titularidad / Javi Ferrándiz

Carles Sans

Carles Sans

El día del clásico fui convocado al palco presidencial. Irrechazable invitación a ver el partido desde el único lugar del campo que puede competir en comodidad y visión con el televisor de mi casa. La ubicación es perfecta y el campo visto desde una butaca de la “llotja” es impecable. Desde este privilegiado lugar no se ven las grietas ni la herrumbre de un campo en descomposición. Al contrario, parece que estés en un hermosísimo estadio.

Cuando llegué al antepalco, lugar donde se reúnen los VIP antes de que comience el partido, estuve saludando a unos y a otros. Entre canapé y canapé saludé a Carlos Tusquets, a Alex Corretja y a la encantadora Martina Klein, y por supuesto al president Laporta al que en los días de partido se le acumula el trabajo de ir saludando, que por cierto solo él sabe hacerlo con esa cualidad que dominan lo que los franceses llaman charmants. Un encanto y una simpatía que hace que cada uno al que saluda se sienta el más querido.

Me senté a ver el partido junto a mi ídolo y amigo Carles Puyol; a su lado estaba Luis Enrique, una persona simpatiquísima. Lo digo así de claro, porque su imagen ante la prensa es conocida por ser algo tosca; sin embargo, en la distancia corta es un tipo encantador. Por cierto que cuando íbamos 0 a 2 le supliqué que pidiera una excedencia como entrenador de la roja y se viniera de nuevo a entrenar al Barça, ahora ya no está Messi, a ver si pudiera poner un poco más de orden del que impone Koeman. Se rio.

Llegó la media parte. Varios camareros se hallaban apostados detrás de las mesas en la que se exponían algunos dulces. Pruebo el de chocolate y frambuesa, delicioso. Hablo con unos y con otros según me voy topando con la gente. Segundo bizcochito que me llevo. El camarero me lanza una sonrisa cómplice. De repente, todo el mundo habla en corrillos y yo me encuentro sin interlocutor alguno. ¡Warning! En estos casos lo mejor es unirse inmediatamente a uno, so pena de que te vean como el “colgado a quien no tiene nadie con quien conversar”. Me uno al primero que encuentro. Ahí está Camacho. Me saluda y me uno al círculo mientras sopeso la posibilidad de zamparme un tercer pastelito. El resultado fue amargo, la tarde me la endulcé yo solo. ¡Visca el Barça!