La duda es ¿qué Barça veremos?

Neymar asume que se jugó muy mal en la ida ante la Juventus

Neymar asume que se jugó muy mal en la ida ante la Juventus / AFP

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Estamos donde estábamos. Es decir, en los días previos a un nuevo milagro, ante un nuevo reto. Estamos donde ¿verdad? jamás pensábamos que volveríamos a estar, en una situación límite por culpa de todos. Porque, ese es el problema, que aunque deseemos repartir las culpas, aunque muchos piensen que, sin querer reconocerlo, Luis Enrique es el mayor responsable de esta nueva goleada, lo cierto es que el 85% de la alineación del martes, en Turín, la hubiésemos firmado todos.

No así el comportamiento, no así, tal vez, la charla previa al partido, no así el brío, el deseo, las ganas, el amor propio de muchos (por no decir todos) de sus protagonistas, no así la sensación de que, de nuevo, había que dejarse la vida en el campo como, curiosamente, hizo el rival, que volvió a ser (ya lo fue el millonario PSG), un equipo hambriento, necesitado y con ganas de pasar a la historia. Los nuestros, por desgracia (bueno, no, por felicidad para todos nosotros, pues nos han hecho pasar noches y temporadas maravillosas), hace muchos años ¿demasiados? ¡no, no, nunca es demasiado! que se han convertido en un equipo y, a veces (cierto, cada vez menos), todo un referente en la manera de jugar a fútbol, de plantearse cómo ganar los partidos, cómo mandar, cómo dominar (especialmente con el balón) los 90 minutos de juego. Pero uno (todos ¿verdad?) tiene la sensación de que ese Barça fiable, tan nuestro, el de la excelencia, el que domina, el que mete miedo, el que es toda una garantía de dominio, mando, victoria y excelencia ha pasado ya a la historia. Ahora, no nos engañemos, ni siquiera ellos (y ellos son, Lucho, Messi & Cia) saben qué Barça vamos a ver, qué Barça saltará al campo, qué Barça nos encontraremos.

Es más, visto el partido frente a la Real, que ha de ser la última referencia, entonces la cuestión es aún más penosa, pues no se trata de saber qué partido veremos, qué Barça aparecerá, sino que, en el mismo partido, en los mismos 90 minutos, aparecen dos y hasta tres Barças, uno reconocible, que te gusta, que te hace pensar que, sí, que se puede y otro que se asusta, que se deja dominar y que hasta puede perder la Liga, como muchos sospechamos.

Es evidente que si echamos mano de la historia deberíamos de seguir creyendo. Es claro que si recitamos los nombres del equipo titular (no de la plantilla, de la plantilla ¡ni hablar!) tenemos que creer, a pies juntillas, en que saldrán adelante. Es cristalino que si analizamos la trayectoria de este conjunto desde el mes de agosto entonces ya empezamos a dudar. Ya ni les cuento si vemos lo mal que, sin balón, sin estar vestidos de corto, es decir, fuera de los terrenos, se han comportado los jugadores, que no transmiten nada (ni siquiera en sus redes sociales), entonces estamos muertos y eliminados. Y si oímos al entrenador, que no admite un error y, encima, en caliente, que es cuando se dicen las verdades, reconoce que no remontaremos, es evidente que lo del miércoles pinta fatal. Y todo eso, insisto, sin pensar en la Juventus, que es infinitamente mejor que el PSG, pues los italianos han jugado entre 1.100 y 1.500 veces el partido del miércoles. Y casi siempre lo han empatado. Como poco.