El drama del Madrid es que no sabe a dónde va

Solari durante el partido ante la Real

Solari durante el partido ante la Real / EFE

Ernest Folch

Ernest Folch

Las cortinas de humo a veces impiden tener una visión clara de la realidad. Si alguien quiere medir con precisión la gravedad de la crisis del Real Madrid, basta con que se haga esta pregunta: ¿Qué sucedería en Barcelona si el Barça estuviera hoy en la situación del Real Madrid? La respuesta es sencilla: la crisis deportiva habría saltado a la institución y se vivirían unas turbulencias de tal calibre que probablemente estaríamos en pleno proceso electoral, con o sin moción de censura. Ayer el club blanco hizo su particular homenaje a los años 80 presentando a un tal Brahim Díaz tras el descalabro ante la Real Sociedad, y supimos que este jugador, que apenas ha jugado unos minutos en la Premier, es una estrella mundial sin que nadie se hubiera enterado. La curiosa presentación de ayer se combinaba con una campaña contra el VAR que, efectivamente, fue injusto y poco preciso con el Madrid en una jugada, pero que es grotesco pretender que influyera en el resultado, teniendo en cuenta que el conjunto blanco pudo terminar perdiendo el encuentro perfectamente por 0 a 3. Y es que la situación actual del Real Madrid simplemente refleja lo que tapaban todas las Champions conquistadas con grandes jugadores y un entrenador inteligente, pero sin un proyecto detrás. El problema es que hoy ya nadie sabe exactamente cuál es la idea que tiene el Real Madrid sobre su juego, su política de fichajes y su modelo de club, y los resultados en el campo, imposibles de maquillar sin Cristiano y Zidane, son un mero reflejo de este desconcierto cósmico. Un club que tiene a tres entrenadores en siete meses, que sustituye a Cristiano por Mariano y que ficha a un portero (Courtois) en la única demarcación en la que no necesitaba ningún refuerzo es que sencillamente no sabe ni a dónde va ni lo que quiere.  Las victorias todo lo disfrazan y, bajo el brillo de las 3 Copas, decisiones inexplicables podían llegar a parecer geniales. Pero ahora ha aflorado el drama. Y es que nadie sabe a dónde se dirige la nave blanca.