El don de Marc Márquez

Marc Márquez en una imagen de archivo

Marc Márquez en una imagen de archivo. / MotoGP

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Tienes que tener un don. Todos los grandes deportistas, todos, tienen un don. Pero con el don, no ganas. Con el don, no sigues ganando. Con el don, no ganas títulos. Si no cultivas ese don, si no lo entrenas, si no te entrenas, si no te rodeas de los mejores o de los que, para ti, son los mejores, si no te apoyas en la familia, en tu equipo, si no te sacrificas, si no te dedicas por entero a tu profesión, a entrenarte, a trabajar en equipo, aunque compitas en un deporte individual, ese don no sirve de nada. Todos hemos visto muchos, muchísimos, deportistas con un don especial, no importa la especialidad, el deporte, el país, que empieces pronto o tarde, que llegues a buenos equipos o no. Es verdad, todo depende del don, pero si no lo cuidas, si no lo mejoras, si no lo entrenas, si no te rodeas de los mejores, no te sirve de nada”.

Emilio Alzamora, el hombre que dirige, entre otros, los destinos de los hermanos Márquez Alentá (déjenme que hoy les escriba de esto y dejemos la telenovela de Neymar para otro día, aunque volveré sobre esos pasos), siempre ha pensado que para ser alguien grande (“no como yo, que he sido campeón del mundo de 125cc, digo para ser alguien tan inmenso, en el deporte de las motos, como Marc o como puede ser Àlex”) hay que tener, de partida, un don, haber sido tocado por esa barita mágica que tienen, posiblemente, Roser y Juliá, los padres de los hermanos de Cervera (Lleida).

Y ese don se tiene, se cuida, se entrena, se mejora, se mima. Tanto, tanto, que solo hay que ver la espectacular evolución de Marc Márquez, el campeón del mundo de MotoGP más joven de la historia, el ganador de cinco de los seis últimos títulos mundiales de MotoGP. Si tú observas (ya no te digo que conozcas, que compartas horas con él, que dialogues con él, ¡eso es un puro placer!) a Marc Márquez y lo comparas, por ejemplo, con el sinsentido que rodea a Neymar Júnior, te darás cuenta de la locura que lleva años cometiendo ‘Ney’ y su padre, el gran causante (por su interés por el dinero, desmesurado) de semejante fracaso, desperdiciando, enterrando, inutilizando ese don que alguien, busquen el nombre que quieran, le ha proporcionado. Porque, sí, ‘Ney’ tiene un don.

Marc Márquez empezó en las motos porque se divertía. Cuando empezó a ganar, se divertía ganando. Cuando empezó a ‘campeonar’, se divertía ‘campeonando’. Cuando pasó a ser el mejor, no ya de su generación, sino de la parrilla de MotoGP, siguió divirtiéndose acumulando victorias y títulos. Es esa manera de pasárselo bien (con su familia y con la familia del circuito, como él llama a su equipo) la que le hace intentar ganar hasta las carreras de broma, como, por ejemplo, la cita con los mejores especislistas de ‘mountain bike’ del mundo en el golf de la PGA de Caldes de Malavella, cuando dejó boquiabiertos a los mejores ciclistas de la especialidad “porque el tío, loco, querían ganarnos hasta en las metas volantes”.

Ese cultivador de su don ha sabido, no solo mejorar su inspiración y entrenar su magia, sino aprender a dosificarse y calcular. De ahí la desesperación con la que los mejores pilotos de la historia, empezando por Valentino Rossi, que ha pretendido hundirlo (sin lograrlo y, ahora, vive su descorazonadora jubilación), viven la plenitud de un piloto tan bueno, tanto, que hasta programa, como ayer, en Assen (Holanda), lo que ocurrirá en carrera.

Ganó Maverick Viñales, pero triunfó, como casi siempre, Marc Márquez, segundo por delante de todos sus rivales al título. El chico de Cervera (Lleida), sin haber llegado al ecuador de la temporada, sigue siendo líder, con 44 puntos de ventaja (es decir, casi dos victorias, que son 50 puntos) sobre el subcampeón de siempre, el italiano Andrea Dovizioso. Ese es el don de Marc Márquez Alentá, entrenarse cada día, no bajar la guardia, ganar cuando puede ganar, subirse al podio cuando los demás pierden e irse de fiesta solo cuando toca.