Don diablo se ha escapado

Quartararo acoplado a su montura

Quartararo acoplado a su montura. / AFP

Josep Lluís Merlos

Josep Lluís Merlos

El domingo pasado Charles Leclerc estuvo a un paso de ganar en Spielberg su primera carrera de F1. Apenas un par de horas antes, en Assen, a Fabio Quartararo se le escapó también su primera victoria en MotoGP por culpa de los dolores que le aquejaban en su antebrazo tras haberse sometido días antes a una intervención del síndrome compartimental.

Este fin de semana el francés podría tener una nueva oportunidad, ahora que la Yamaha parece funcionar bastante bien, aunque las características del trazado de Sachsenring no parecen las idóneas para una lesión de la que puede que aún no se haya repuesto totalmente.

Siempre suelo recordar a las personas que me hablaron por primera vez de algún piloto determinado. Nunca olvidaré cuando Adrián Campos me dijo que Fernando Alonso sería quien jubilara a Michael Schumacher. También tengo muy presente cómo el grandísimo periodista Quim Regás me descubrió a un tal Alex Crivillé desde la terraza sobre los boxes de Calafat. No puedo pasar por alto el día que Dani Amatrían me entregó una cinta de video para que viera cómo se desenvolvía Jorge Lorenzo, un niño de once años con una cresta de punkie, al manillar de una pocketbike por el parking de un supermercado. Joan Moreta fue el primero que me advirtió sobre el potencial de aquel niño tan pequeñito y enjuto que conocí en una entrega de premios del RACC; se llamaba Marc Márquez. Y cómo me cuestioné si aquel nombre que acaba de escuchar por primera vez de los labios de Jordi Viladoms era italiano o francés. El entonces presidente de la federación española de motociclismo me describió con detalle las virtudes de Quartararo y terminó su glosa con un lapidario: “Este será el primero que ponga en aprietos a Márquez, más pronto que tarde”.

Con un Rossi mirando hacia la puerta de salida, un Dovizioso que ni está ni se le espera, un Lorenzo esperando a su Godot particular, y un Viñales con demasiados altibajos, forzosamente tenemos que mirar a la generación de los Rins, Mir, Quartararo o Morbidelli para encontrar la “mosca cojonera” que obligue a Márquez a rascarse más de la cuenta.

De momento, el de Cervera parece inmune a todo y a todos, y su próximo título ya tiene un hueco en las paredes de su casa.

Pero aunque sus éxitos presentes tienen su mérito y su esfuerzo, no nos equivoquemos, habrá un día, llegará el momento en que alguien podrá en aprietos al de Honda. Es ley de vida. 

Por supuesto que no estoy pensando en la jubilación de Márquez, en cuyo reinado presumo que casi nunca se pone el (Rep)sol. Pero puede que en un determinado momento se vea obligado a compartir la gloria con alguien que, ni que sea por las ventajas que pueda ofrecerle la biología, algún día se sentirá legitimado por el lícito deseo de querer matar al padre. Porque aquí no hay Edipos que valgan. Ya lo vimos con su relación con alguien que pasó de llamarle “Pequeño bastardo” a creerlo de verdad.

El Diablo Quartararo está a punto para ganar su primera carrera. Y a partir de aquí: quién sabe.