El Doctor de los anillos

Rossi, con su Audi

Rossi, con su Audi / ValeYellow46

Josep Lluís Merlos

Josep Lluís Merlos

El plan es perfecto. Madruguen (un poco) para ver las carreras de MotoGP en Tailandia, y antes de volver para la carrera de F1 en Singapur dediquen la mañana a darse un garbeo por el Circuit de Catalunya. Vale la pena. El Festival de la Velocidad nos trae los mejores GT de todo el mundo -entre otros aparatos espectaculares-, la oportunidad de ver la carrera de tres horas de las GT World Series en la que el catalán Dani Juncadella puede proclamarse campeón, y también la ocasión de contemplar en acción sobre cuatro ruedas ni más ni menos que a Valentino Rossi.

Con esta carrera, el nueve veces campeón del mundo cerrará su primera temporada automovilística completa al volante de un Audi, en un escenario donde fue capaz de ganar ni más ni menos que en diez carreras (una en 125, dos en 250 y siete en la categoría reina... con dos marcas distintas).

A propósito de este primer año dedicado a los coches, la semana pasada Vale comentó: “Ahora puedo controlar mejor el coche, he mejorado mis habilidades, especialmente en las curvas rápidas. La aerodinámica es un poco difícil, porque en moto no hay… Aún tengo que entenderlo”

Lo que son las cosas, y a la vertiginosa rapidez con que cambian. “En moto no hay…” dice Rossi, cuando esta temporada este elemento (la aerodinámica) está siendo crucial en MotoGP y es uno de los factores que marca más la diferencia entre las motos contendientes.

Históricamente se ha dicho que en la F1 la mecánica cuenta más que el piloto, sobre todo en comparación con lo que sucedía en las motos… hasta ahora.

Hace pocos días Marc Márquez ha declarado que “ahora la moto es mucho más importante. Nos hemos convertido en la F1 con dos ruedas”.

Más allá del bocinazo a Honda que estas palabras puedan entrañar está claro que con la llegada de la electrónica de manera masiva, la aparición de artilugios como el “holeshot” y otras lindezas, más -evidentemente- las muchas horas que los ingenieros echan experimentando en el túnel del viento con alas, alerones, aleroncitos, spoilers y demás apéndices aerodinámicos, el papel de los hierros empieza a reivindicar un espacio que hasta ahora casi -digo casi, fíjense bien- monopolizaban las vísceras. Y digo casi porque está claro que con una moto que fuese una castaña poco se podía hacer, incluso aunque el jinete se llamara Márquez… o Rossi (acuérdense de la agonía del italiano con las Ducati de antaño). Milagros, en Lourdes.

Cuentan los que saben que la clave del éxito de Aprilia esta temporada está en la incorporación de técnicos procedentes de la F1, donde estos son los ingredientes habituales del vademécum “formulero”. Suponiendo que esto fuera así, no se entienden los sufrimientos actuales de Honda, cuya experiencia en la categoría reina de los monoplazas es enorme.

Se ha dicho con frecuencia que la F1 es un campeonato “de ingenieros”, más que de pilotos. Bueno, vale, hasta cierto punto sí.

Si los comentarios de Marc al respecto se convierten en dogma, tal vez llegaremos a echar de menos aquellos tiempos que el actual “Señor de los anillos” -los cuatro de Audi, claro-, Valentino Rossi, apabullaba a sus rivales con adelantamientos casi humillantes en Montmeló.

Pero el factor humano siempre saldrá contando en la ecuación de las motos. ¿La prueba? Quartararo sigue líder, aun llevando una moto inferior a la actual Ducati, la mejor moto de la parrilla… con la estrategia peor gestionada desde su box. Y eso que tiene la mejor electrónica, aerodinámica, motor… etc. etc. 

Cupra Formentor

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