Dios salve a Jurgen Klopp

Alberto Moreno se abraza a su entrenador, Jürgen Klopp, tras ganar la Champions

Alberto Moreno se abraza a su entrenador, Jürgen Klopp, tras ganar la Champions / AFP

Rubén Uría

Rubén Uría

Un Madrid rojo. La marea “red” no dejó que su equipo caminase solo, inundó la capital de España y llevó en volandas a los suyos hasta su sexto entorchado. Paradojas de la vida: una de las Champions más emocionantes de la historia tuvo como epitafio una de las finales más aburridas de la historia. Tras una saga trufada de capítulos épicos y dos semifinales explosivas, el último capítulo fue más que decepcionante. La “orejona” roja se edificó en base a dos momentos cruciales: un penalti muy discutible – con VAR y sin VAR-, a los 26”, abrió el camino del triunfo.  Y caprichos del fútbol, un gol tardío de un actor secundario, Origi, el mismo que liquidó al Barça en la batalla de Anfled, acabó por inclinar la balanza.Van Dyjk dio un clínic defensivo y Salah, que tenía en su cabeza esta final y también la del curso pasado, volvió a llorar, pero esta vez de felicidad.

Klopp acabó con su estigma de perdedor en las finales, volvió a sonreír y fue lapidario para poner voz a un sentimiento: “Unveliable”. Construyó un gran equipo de la nada, cayó el año pasado y lejos de abandonar el desafío, contrató un central (qué central), un portero (qué portero) y se proclamó Rey de Europa. Dios salve a Jürgen Klopp.

Fábrica de milagros. Esta vez, no hubo milagro. El Tottenham, que apeló a la épica y exploró sus propios límites en octavos, cuartos y semifinales, agotó el cupo de milagros y tras encajar un gol en contra por un penalti a los 26 segundos, se quedó a las puertas de su primer cetro europeo. Dicen que el segundo es el primero de los perdedores. Dicen que las finales no se juegan, sino que se ganan; y dicen que nadie se acuerda del subcampeón. Y quizá todo eso sea cierto, pero nadie podrá arrebatarle a Pochettino y su equipo haber rubricado un torneo memorable. Lloris, Trippier, Moura, Kané, Son, Llorente y compañía vivieron una de las noches más duras de su vida. Tuvieron la gloria a un paso y se les escapó, entre los dedos. No importa. Quien da lo que tiene, no está obligado a más. Honor a quien honor merece.