Opinión

Dime quién se queja y te diré quién perderá la liga

Eric brindó otro golazo en los minutos que jugó en Sevilla

Eric brindó otro golazo en los minutos que jugó en Sevilla / Javi Ferrándiz

Tras asaltar el Sánchez Pizjuán, el Barça de Flick pide permiso para soñar en grande y llega al momento decisivo de la temporada en su momento más dulce y dispuesto a competir por la victoria en las tres competiciones. No hay en estos momentos en Europa un equipo a la vez más alegre y más fiable, capaz como ayer de generar goles maravillosos como el de Raphinha o de sobrevivir sin despeinarse al contratiempo de quedarse con diez a falta de media hora.

Superadas las célebres pájaras de los meses de noviembre y diciembre ante rivales de medio pelo, el equipo es ahora mismo un espectacular rodillo capaz de llevarse por delante a cualquier roca que le pongan por delante. Contra el Sevilla pudo descomponerse con la expulsión de Fermín, pero en lugar de perder los nervios optó por dejar pasar el tiempo con inteligencia e incluso logró marcar un gol en inferioridad numérica. Y es que a estas alturas del campeonato, con el Barça a solo dos puntos del Madrid después de haber recortado cinco puntos en dos jornadas, el club blaugrana va ganando por goleada la guerra de nervios que puede marcar la temporada.

Tras superar las turbulencias del ‘caso Olmo’, el Barça es ahora mismo un oasis de tranquilidad y confianza, como si estuviera bajo el influjo de un maestro zen. En cruel contraste, el Real Madrid se ha dejado caer por la pendiente de la ira, y en el campo aparece como un equipo dubitativo, mediocre y frágil. Hay que ver el tiempo que en la capital pierden algunos en picar el anzuelo y hablar de los árbitros, como si estos fueran de verdad el problema que tiene el club blanco, como hay que ver el esfuerzo inútil que se invierte en analizar si era o no expulsión la entrada a Mbappé, si era o no penalti de Tchouameni. Porque en la ridícula carta de Florentino al CTA, que solo nos ha servido para descubrir que en el Real Madrid las cartas del presidente se firman con un pseudónimo de nombre José Luis del Valle Pérez, no había en realidad ningún interés en arreglar ninguna disfunción arbitral sino únicamente tirar una espectacular cortina de humo.

La única finalidad del grotesco ‘show’ victimista del Real Madrid con los árbitros no es otro que esconder el fabuloso momento de forma que atraviesa el Barça, y que amenaza con cambiar el guión que ya estaba escrito de esta temporada: la que debía ser la Liga de Mbappé puede terminar siendo la Liga de Flick y de sus niños maravillosos.

Lo ocurrido estos últimos días contiene escondida una vieja enseñanza de gran valor, que no cambia nunca: el equipo que más se queja, el que pierde los nervios con los árbitros, el que se crispa, es el que tiene más opciones de perder la Liga. En el barcelonismo, hay quien tiene todavía la tentación rancia de victimizarse, sentirse perseguido y protestar, pero nada hay más peligroso que tirarse por el precipicio destructivo de la protesta. Lo mejor que puede hacer el Barça es justamente lo que está haciendo: aislarse del ruido, sonreír y no abrir la boca. La crispación es para los perdedores.