El difícil arte de la coherencia

Leo Messi suma su novena temporada anotando 40 o más goles con la camiseta del FC Barcelona

Leo Messi suma su novena temporada anotando 40 o más goles con la camiseta del FC Barcelona / Javier Ferrándiz

Jordi Costa

Jordi Costa

La excelsa final de Copa que pintó el Barça dejó en la mayoría de barcelonistas una sensación agridulce: por un lado, volvieron a degustar la mejor versión de su equipo mientras que, por otro, costaba no asistir al espectáculo sin preguntarse por qué en el Metropolitano sí y en Roma, no. Una pregunta razonable y una respuesta compleja. Quizás porque la pregunta pertinente no sea esa.

Efectivamente, el Barça mostró en Madrid todo lo que le faltó en el Olímpico romano. Para empezar, una concentración y una intensidad que le permitieron ganar todos los balones divididos, una presión que empequeñeció a un Sevilla que tres semanas antes había sido muy superior en el Sánchez Pizjuán y, producto de todo ello, un fútbol que fluyó como hacía tiempo que no se veía.

Lo que es obligado preguntarse es por qué no hemos visto esta versión del Barça, que ahora sabemos que sigue ahí, en toda la temporada. Puede que no sea justo exigir a los futbolistas ese 100%, porque era una final y nadie va al máximo cada día, pero tampoco es aceptable transitar por la temporada con el piloto automático. Porque, en caso contrario, te puede pasar lo de Roma.

Y tampoco se puede centrar todo en la actitud. Una prueba: antes de la final, Jon Aspiazu reconoció que esperaban presión alta del Sevilla y que tenían soluciones previstas, como se confirmó en el 1-0, un pase larguísimo de Cillessen hacia el desmarque profundo de Coutinho. Un recurso del banquillo, no de la casualidad. Algo que tampoco se vio en Roma.

La exhibición de Madrid sirve de lección a quienes aseguran que el Barça ya no puede continuar practicando el estilo que le hizo único. Y, sobre todo, para la dirigencia del club. El problema de la actual junta, y en concreto de su presidente, es que se declaran enamorados del que han elegido como entrenador cuando les ofrece resultados, aunque en el proceso el personal se aburra, y en cambio corren a cuestionarle cuando se produce una derrota como la de Roma que les deja expuestos. Ya saben: la teoría del paraguas. Y ahora, otra vez a confiar en Valverde. Y así no vamos a ninguna parte.

Una gestión coherente sería la que enjuiciaría el trabajo del entrenador por el recorrido de toda la temporada. Del mismo modo que no se puede explicar el cambio de cara del equipo de un partido a otro, no se pueden tomar decisiones en función de una actuación concreta, sea horrible o estratosférica. Pero ya ven que la coherencia es un arte tan difícil como el propio fútbol.