Opinión

Diez años sin sufrir

El baby Barça de Flick y Lamine debe ahora cerrar la Liga y seguir creciendo. Se adivina algo muy bonito

La plantilla del Barça acabó desolada tras la eliminación frente al Inter

La plantilla del Barça acabó desolada tras la eliminación frente al Inter / Javi Ferrándiz / SPO

Quizás éste sea el problema: tras diez años sin alegrías, las humillaciones ante Juventus, Roma, Liverpool, Bayern y PSG, después de dos eliminaciones consecutivas sin pasar la fase de grupos y desaparecer de la élite futbolística, el aficionado del Barça está triste porque se veía en Munich. Ciento por ciento entendible porque este equipo ha levantado la moral de un muerto y ha conseguido ilusionar a quienes no se acordaban de lo que eran noches europeas como la del martes. Para los futbolistas, también una decepción. Este grupo se ve en disposición de hacer historia y lleva mal la derrota. Buena noticia: el Barça ha vuelto. Habrá muchas más noches así en los próximos diez años.

El Barcelona podría seguir hablando del árbitro, de Sommer o de injusticia futbolística e incluso haría bien en armar estrategias de lobby en la UEFA, pero lo más importante hoy es que se centre en su fútbol. Se han oído ya las primeras voces que abogaban por un cambio súbito del plan establecido tras el 2 a 3 de Raphinha, en el minuto 87. Se trataba, de repente, de encerrarse en el área, pegar pelotazos, perder el tiempo, apelar a la calidad de tu portero y rezar mucho. Y así, claro, el Barça se hubiera clasificado para la final. O tal vez, no. ¿Y si con este planteamiento el equipo hubiera encajado igual? La crítica sería feroz ante la evidente sensación de traición a aquellas ideas que han traído al equipo hasta aquí, con dos títulos incluidos. Se hubiera pedido que el Barcelona fuera fiel a sus principios, por supuesto, atacando para encontrar el gol de la sentencia. Y eso es, justamente, lo que hizo: Lamine Yamal chutó al palo justo antes del 3 a 3 y él mismo dispuso de otra ocasión antes del pitido que daba paso a la prórroga. Aún entendiendo que algunos matices son posibles el mejor camino hacia la victoria siempre suele ser el que se traza con una linea recta.

Y dicho esto es evidente de que el equipo debe mejorar porque encajar siete goles en una semifinal de Champions es excesivo. Es verdad que marcando un gol más, ocho en este caso, el Barça estaría en Munich pero no hace falta vivir en estas franjas de riesgo ni apelar contínuamente a la épica de las ocho remontadas de esta temporada. La novena estuvo a punto de ser pero no fue.

Hansi Flick, el artífice de este equipo encantador, sabe que hay aspectos del juego que se pueden mejorar para cerrar este proyecto con otro Barça histórico, también en Europa. El Barcelona juega como un equipo y tiene a Lamine Yamal, en este momento el mejor jugador del mundo, así que el plan de viaje del vestuario azulgrana está claro: trabajar para mejorar y hambre para cumplir los sueños propios y los de la afición culé.

Que la rabia del Giuseppe Meazza tenga su respuesta el domingo en Montjuïc: la Liga es el último reto y quedan cuatro huesos, por orden, Real Madrid -en su última oportunidad-, Espanyol -se juega la salvación y quitarle una Liga al Barça-, Villarreal y Athletic -ambos luchando por la Liga de Campeones-.