El día en que Brasil empezó a perder el 'Hexa'
La Torre Eiffel se iluminó. París a sus pies, en genuflexión aclamando al nuevo Emperador. Y para celebrarlo, nada mejor que irse a la Costa Azul, a exhibirse con sus lacayos. En Saint-Tropez, el monarca ni pudor tuvo para esconderse en un yate, donde llegaban bandejas y bandejas de bebida, jaleadas con la bandera y el himno brasileños, como si fuera un banquete. Neymar se desbocó en público como nunca antes había hecho.
A 10.000 km de distancia, en un despacho de la CBF, en Barra da Tijuca, zona noble de Río de Janeiro, una luz se encendió, la del despacho del seleccionador milagro. A Tite se le había entendido todo cuando, una semana atrás, dijo que Ney no necesitaba dejar el Barça para ser Balón de Oro. Ahora, al técnico gaucho le toca evitar que el Emperador se pasee desnudo por las calles de París antes de Rusia 2018, mientras disputa una liga en la que se confunde el patada a seguir del rugby con el saque inicial de un partido de fútbol.
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