¡Uf!, ya no despedirán a Valverde

Valverde, en el clásico

Valverde, en el clásico / EFE

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Pues sí, los que y las que lo querían matar deberán guardar las armas. Tal vez no tengan ya tiempo para sentenciarle. O, tal vez, quién sabe, aunque Luis Suárez haya dicho que “tenemos un grandísimo entrenador”, sea él quien decida cambiar de aires visto que, según algunos textos que he leído, Valverde ya no enamora. Vaya, pues suerte que no enamora: 4-1 al Sevilla, 2-0 al Inter y 5-1 al Real Madrid. Y sin Leo Messi. Pero, bueno, será que el ‘Txingurri’ ha tenido suerte. Será.

Ciertamente hay que tener mucho valor y estar muy seguro de ti mismo (o de tus jugadores, o de tus ideas) para aguantar lo que ha aguantado estas semanas Ernesto Valverde. Y, sí, ayer tarde (y por la noche) les oí decir que estaban felices, con los pies encima de la mesa, un buen habano en la mano y una copita de cava en la otra, celebrando que, por fin, les gusta el Barça.

No tiene sentido alguno creer tan poco. No tiene sentido alguno tener tantas y tantas ganas de destruir, mientras se está construyendo otro proyecto y un segundo, o tercero, cuando se lesiona Messi. El Barça de ayer frente al Real Madrid fue fabuloso y me dio la sensación de que a muchos les dolió reconocerlo. Y dicen ser culés.

Lo que ayer hizo el Barça es otra de esas gestas que, fijo, no se la reconocerán los que persiguen la pureza. Se me dirá (y estará bien dicho) que por el Camp Nou pasó el noveno de la Liga y no el Real Madrid. Cierto. Que esta temporada a este conjunto le gana (y hasta le golea) cualquiera. Más cierto. Pero, probablemente, no con el despliegue humano, personal, individual, global, colectivo, estratégico y de eficacia que mostraron ayer los culés.

Era, sí, un momento para dañar (y mucho) al equipo (que no al club) de Florentino Pérez, cuya gestión desde que le abandonaron (aún no sabe por qué) Zinedine Zidane y Cristiano Ronaldo, no ha cesado de tirar piedras contra su tejado y, sobre todo, ahorrarse el dinero para hacer del Bernabéu la Capilla Sixtina y destrozar la selección llevándose, con una OPA hostil, a su seleccionador. De ahí, tal vez, que el Camp Nou cantase “Lopetegui, selección”.

Sé que esos, los de siempre, los que nunca encuentran nada bien y, menos, si alguien pretende hacer jugar al equipo de otras maneras, volverán a intentarlo. Pero mientras tanto, ahí queda el Barça de ayer, con una ambición insaciable, con tres victorias en tres partidos durísimo, salvajes, los tres de Champions, presionando arriba, queriendo más y más, no conformándose con ganar sino que quería hacer historia (la hizo, al Madrid le meten pocas manitas) y, cuando olió la sangre, fue a por ellos.

El Barça le hizo ayer al Real Madrid, a su escudo, a su palco, a su vestuario y, por supuesto, a su banquillo, donde ¿hoy? ¿mañana? ¿pasado? se producirá el relevo esperado, un auténtico boquete. O dos. O tres. O cuatro.

Viendo jugar al equipo, viendo, incluso, cómo reaccionaron Dembélé y/o Vidal, el partidazo de Sergio Roberto y, cómo no, el triple de Suárez (me inclino ante él), lo único en lo que pienso es qué hubiese ocurrido ayer si hubiera estado Messi sobre el césped. No quiero ni pensarlo. O sí. Dos manitas. Al noveno de la Liga. Demasiado fácil, sí.