A deshacer la maleta

El futuro de Coutinho, pendiente de la FIFA

El futuro de Coutinho, pendiente de la FIFA

Carme Barceló

Carme Barceló

Escribo el día después de uno que va a quedar para siempre en el imaginario colectivo del barcelonismo y en las hemerotecas propias y ajenas. Nos pilló con la maleta casi hecha y ayer nos tocó deshacerla. No iremos al Wanda. No habrá que esperar el sorteo, organizar a la familia, quedar con los amigos, buscar a aquellos de San Sebastián de los Reyes que conocimos en un crucero para que nos hagan hueco en su casa y, en definitiva, no estaremos tres semanas viviendo en un ‘ay’ entre nervioso y feliz. No va a pasar nada de todo eso porque en Anfield se vivió uno de los naufragios futbolísticos más inexplicables de las últimas décadas.

Cuando fuimos a bajar la maleta del armario, nos cayó sobre la cabeza. Primero nos pasó un Liverpool por encima. Ya avisó en el Camp Nou y sabíamos que en su casa y en la Champions hace frío. Pero nos dejamos llevar por el resultado, por contar con el mejor jugador del mundo y por un exceso de confianza, la misma que tiene Valverde colocando a Coutinho sistemáticamente en un once titular, por poner un ejemplo. Llevamos camisetas de manga corta y nos quedamos congelados. No solo fueron los de Klopp los que nos dejaron en pelotas. Los jugadores fueron la radiografía de un soplido: nada. Apáticos, irreconocibles y con sus mejores elementos pensando, cuando ya habían pitado el final, si tenían que ponerse el traje de etiqueta o el de trabajo. Salieron casi desnudos y perdieron lo que les quedaba en el césped de Anfield. 

No cerraron ni la cremallera de ese neceser que se colocan siempre debajo de la axila. Nada. Parecía como si lo hubieran dejado todo tirado de cualquier manera antes de saltar al campo. Con los tres goles marcados en el Camp Nou y las bajas sensibles del rival, debieron pensar que era equipaje más que suficiente. Olvidaron demasiadas cosas en casa y en Liverpool cierran pronto las tiendas. Ellos harán la maleta para el Wanda y al Barça, con un montón de arrugas en la ropa, le queda mucha plancha.