El desafío de Luis Enrique: cómo sacudir sin romper

Luis Enrique

Luis Enrique / sport

Ernest Folch

Ernest Folch

"Yo a ti no te voy a contestar. No necesitamos a gente que nos esté dando palos, intentaré que molestes lo menos posible”. Con esta dureza respondió Isco ayer al periodista Diego Torres en rueda de prensa. Curiosamente, fue una reacción visceral a una pregunta futbolística inofensiva sobre la posición que ocupaba el malagueño en el campo. Lo de menos es que la respuesta la diera Isco porque la podría haber dado cualquier jugador de la selección. Lo relevante es que al jugador le daba igual lo que le preguntara Torres, ya tenía pensado que iba a escarmentarlo en público.

El tono de Isco demuestra que los jugadores leen detenidamente, por no decir obsesivamente, al periodista increpado y a todos los que dicen detestar y no leer, algo que supone una victoria (pírrica) del periodismo. En cualquier caso, este incidente no es para nada anecdótico porque refleja con crudeza que la llegada de Luis Enrique endurecerá inevitablemente las relaciones entre los jugadores y la prensa, y tensará el entorno. No tiene necesariamente que ser malo, pero es un hecho que será así. Y es que nadie puede negarle al técnico asturiano su capacidad de sacudir un equipo y sacarlo de su zona de confort. Luis Enrique es un hombre de acción,  esta es su principal virtud, y está dispuesta a llevarla a sus últimas consecuencias.

En sus primeros días puede haber cometido injusticias, como la de Jordi Alba, y sin duda no parece importarle lo más mínimo provocar una mini guerra en un ecosistema que hacía muchos años que estaba presidido por el buen rollo. Pero al mismo tiempo es indudable que a la Roja, tras sus tres fracasos consecutivos, le convenía una revolución. Este es el difícil equilibrio que deberá encontrar el seleccionador asturiano: cómo sacudir La Roja sin romperla. En el Barça lo logró, eso sí, después de flirtear con el precipicio en la famosa crisis de Anoeta.