Una derrota de equipo pequeño

Muller marcó el 0-1

Muller marcó el 0-1 / JAVI FERRÁNDIZ

Lluís Mascaró

Lluís Mascaró

El Barça 2021-22 es una gran incógnita. Es un nuevo proyecto que arranca con demasiadas incertidumbres. Pero, también, con algunas certezas. La primera de ellas es que no tiene una plantilla para competir por la Champions. La segunda es que ya no está Messi. El genio al que todos se agarraban en busca del milagro en los peores momentos. Sin el crack argentino, Koeman tiene que construir un nuevo equipo en el que tampoco está Griezmann, cedido al Atlético en el último minuto de mercado. La tarea del técnico holandés es tremendamente compleja. Debe apostar descaradamente por los jóvenes y confiar en el resurgir de Coutinho y Dembéle (todavía lesionado), los dos fichajes más caros de la historia del club.

Laporta le pide al entrenador buen juego y títulos. Correcto. Pero no le ofrece refuerzos de garantías. El Barça ha recurrido a fichajes ‘low cost’ por culpa de la grave crisis económica. Y no hay ninguna estrella que sustituya (o intente sustituir, mejor dicho) al mejor futbolista del mundo y de la historia. Ante estas circunstancias, lo único que se le puede exigir a este Barça, de momento, es que compita dignamente. Y que borre los fantasmas del pasado. Y eso, precisamente, es lo que intentó hacer anoche ante el Bayern. Pero sin demasiada fortuna, claro...

En el recuerdo estaba la humillación de hace dos años. En la mente de Koeman y de los jugadores (seis de ellos, Ter Stegen, Piqué, Alba, Sergi Roberto, Busquets y De Jong, repetían en el once inicial) flotaba el 2-8 de Lisboa. En el planteamiento del técnico (defensa de tres centrales que fue, en muchos momentos, una defensa de cinco y hasta de seis) se reflejó el miedo a sufrir otro KO histórico. Y el Barça jugó como un equipo pequeño para evitar otra goleada vergonzante.

Los blaugranas lucharon y corrieron, pero no hicieron absolutamente nada para ganar el encuentro. Solo para no perderlo. Y esa es la peor manera de intentar evitar una derrota que fue inapelable. El resultado no fue tan abultado, pero la imagen fue igual de dolorosa. Ni siquiera la salida de los jóvenes Gavi, Demir y Balde sirvió para reconducir un partido que se perdió antes de empezar. Por pánico a otro ridículo. Koeman tendrá que tomar, a partir de hoy, una decisión: o morir con los de siempre o intentar el milagro con los chavales. Si escoge esta segunda opción, al menos tendrá el reconocimiento del barcelonismo.