La depresión en el deporte de élite

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Xesco Espar (Inspirador) @xescoespar

A lo largo de mi trayectoria profesional, he trabajado con centenares de deportistas de élite y me gustaría compartir una percepción que tengo de ellos: son personas normales, que en algunos momentos del día realizan acciones extraordinarias, fuera del alcance del 99,99% del resto de humanos.

Esos momentos increíbles les traen recompensas extraordinarias. Viven rodeados de una admiración, reconocimiento, estatus social y a veces económico muy por encima del resto de la población, y desde luego les hace sentir muy especiales. Tanto, que a veces no distinguen entre la persona y el personaje; vuelcan tanto esfuerzo, determinación, coraje, resiliencia en vivir ese momento que no reparan en que eso puede que algún día se acabe. Como dice Pablo del Río, psicólogo del equipo olímpico español: “Acostumbrados a ganar, no siempre han aprendido a perder”.

Si la comparamos con el resto de la población, la incidencia de una enfermedad grave como a depresión es muchísimo más baja. Ello se debe a que, en la mayoría de los casos, esa fortaleza mental que exige la alta competición es trasladada a saber lidiar con los fracasos que inevitablemente suceden en su día a día.

Sin embargo, una parte de esos deportistas, por tendencias personales puede ser susceptible a esos momentos de peligroso bajón. En momentos traumáticos como la pérdida de una competición TOP (JJ.OO., Mundiales, Campeonatos Continentales), el momento de una lesión grave, la retirada definitiva de la competición y por lo tanto del “candelero” o incluso la pérdida de un ser querido, puede surgir en ellos ese estado inicial de la depresión. 

En ese momento, la brecha entre esos dos extremos es tan grande (pensemos que ellos lo comparan con sus momentos de triunfo máximo), que genera en estos deportistas una frustración desde la que ven imposible retornar a esos niveles de éxito anterior y sienten que pierden el control de las riendas de su vida. De ahí al abismo de la depresión hay un paso.