El deporte sin aficionados no tiene ningún sentido

Diakhaby fue superado claramente por Ilicic

Diakhaby fue superado claramente por Ilicic / AFP

Lluís Mascaró

Lluís Mascaró

El coronavirus ha ‘infectado’ también al deporte. En todos sus ámbitos. La cascada de decisiones gubernamentales para intentar frenar la propagación de la enfermedad han acabado afectando a todas las competiciones, con suspensiones (como en Italia), aplazamientos (como el Mundial de MotoGP) u obligando a jugar los partidos a puerta cerrada (como en España). Todas estas medidas, tan impopulares como necesarias, están dirigidas, obviamente, a intentar frenar el avance del COVID-19. El problema es que la decisión que ha tomado el Gobierno español (disputar todos los acontecimientos deportivos de las dos próximas semanas sin público) no tiene ningún sentido. Porque el deporte, al fin y al cabo, es mucho más que una competición entre dos equipos. El deporte es la pasión que genera ese duelo, la rivalidad, la lucha... Ya son muchos los deportistas que se han posicionado en este sentido: es mejor suspender las competiciones que disputarlas a puerta cerrada. Lebron James, estrella de la NBA, lo tiene claro: “Jugar sin aficionados es imposible. No voy a jugar. Yo juego por mis compañeros, por los aficionados... es de lo que va todo esto”. En términos similares se ha expresado Pep Guardiola: “Tenemos que preguntarnos si merece la pena jugar al fútbol sin espectadores. Hacemos nuestro trabajo para la gente, pero si ellos no pueden venir, ¿qué sentido tiene?”. 

Y lo que acabará sucediendo es que se suspenderán las competiciones. Como ha tenido que hacer Italia. Porque cerrar los estadios tiene sentido para tratar de evitar las aglomeraciones de personas. Pero esta medida debería ir acompañada del cierre de los medios de transporte masivos (el metro, por ejemplo). Por no hablar de la incongruencia de permitir la celebración de las Fallas con cientos de miles de personas por las calles de Valencia. La timidez de las medidas que se han ido tomando en Europa contrastan con la severidad de las decisiones llevadas a cabo en China, país donde nació la infección. En el gigante asiático han sido drásticos y han conseguido su objetivo: frenar la propagación del coronavirus. En Italia, primero, y en España, después, el miedo a ‘molestar’ a los ciudadanos ha provocado más desconcierto que otra cosa. Hay que rectificar...