Dembélé, que la fuerza te acompañe

Dembélé estará cuatro meses de baja

Dembélé estará cuatro meses de baja / EFE

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Lo peor que le podía pasar le ha ocurrido al bueno y joven de Ousmane Dembélé. Puede que haya habido, puede, tengo mis dudas, un deportista de élite con peor mala suerte que este simpático francesito, a quien el mayor sueño de su vida le ha durado días, ni siquiera semanas. Dembélé ha pasado del cielo al infierno en un suspiro, ha pasado de ser el muchacho más feliz de la tierra al joven más desgraciado del planeta, ha pasado de ser el futbolista más envidiado del mundo al más desgraciado. Nadie, nadie, quisiera estar en la piel de este chaval, que lo tenía todo en sus manos y, de pronto, lo ha perdido todo, volatilizado, desaparecido. Debe construirse, de nuevo, su sueño, su ilusión, su futuro. Y todo partiendo de una delicadísima lesión, que necesitará quirófano (eso es lo peor), meses de recuperación, nueva adaptación a su fútbol explosivo y, otra vez, sí, otra vez, el víacrucis (lo siento) de tratar de encajar en el vestuario más vistoso del mundo y en el que la presión empieza con la firma del contrato y no se acaba hasta que te vas.

Quienes conocen la materia de la que están hechos estos chavales, quienes conviven con ellos a diario e, incluso, quienes les observan y les ayudan a formarse, integrarse y adaptarse aseguran que el aterrizaje de Dembélé en ‘can Barça’ ha sido el de un bebé lanzado en paracaídas en Disneyland París: ojos como platos todo el día, admirado de todo lo que había a su alrededor, sorprendido de cuanto le ocurría, boquiabierto de estar rodeado de estrellas que son auténticas multinacionales y, sobre todo, pendiente de un millón de ojos, apretado por los más de 100 millones de euros que ha costado y necesitado, él, pese a que Ernesto Valverde lo mimó como pocos y le sugirió, día a día, que se lo tomase con calma, de corresponder a todas esas expectativas que su llegado provocó.

Cuentan los científicos del deporte, los fisios, auténticos magos y manitas de los vestuarios, que seguro que Dembéle hubiese hecho estallar la máquina, creada por la firma alemana Qiagen, que, a través del nivel de cortisol que tenemos en nuestra saliva, mide el estrés que sufrimos. Ese estrés, cuentan los que saben, era enorme en este chico que deseaba agradar tanto y, sobre todo, responder con actuaciones especiales, únicas, a todas las miradas (incluidas, sí, las de sus compañeros de vestuario y equipo).

“Cuando uno es tan joven y llega a un vestuario como el del Barça, después de haber pagado por ti tantos y tantos millones, caso que no es culpa suya, o eres un cachondo y fiestero como Romario o Neymar Júnior, te va la marcha y te adaptas de sopetón, o la presión te atenaza, tu cuerpo se tensa y puede, sí, que acabes lesionándote”, explica uno de los fisioterapeutas de uno de los diez primeros equipos de la Liga. “No digo que al bueno de Dembéle le haya sucedido eso, digo que no hay que descartar que la manera estresante con la que ha vivido su fichaje, su protagonismo e importancia en uno de los clubs más grandes del planeta, haya afectado a sus músculos, a sus piernas”.

Ojalá esta sea una de esas historias que, dentro de cinco o seis años, cuando Dembélé sea ya una estrella azulgrana recordemos con un “ya ves, con el desgraciado inicio que tuvo al llegar…”.