Dembélé: doble o nada

Dembélé, rumbo a Múnich

Dembélé, rumbo a Múnich / FCB

Danae Boronat

Danae Boronat

Dicen que todo avance humano empieza con una decisión nueva. El avance de este Barça pasa, a corto plazo, por la determinación de Xavi de dar los galones a Dembélé. El nuevo técnico azulgrana sorprendió por la rotundidad con la que aseveró en su primer día que podía ser el mejor del mundo en su posición. El presidente Laporta se subió al carro hace unos días afirmando que para él es incluso mejor que Mbappé. La estrategia parece clara. Mimar al francés, halagarlo, darle cariño y que se haga la magia. Que se lo crea, que no se lesione y que de una vez por todas el mosquito emprenda el vuelo.

A sus 24 años ya no es ese joven inmaduro que aterrizó en Barcelona, según los que mejor le conocen. Durante mucho tiempo se sintió poco respaldado por el club que, en lugar de ayudarlo en su adaptación, filtraba informaciones que le perjudicaban. Lo pasó mal porque sentía que el club no lo había protegido y en el vestuario no tenía grandes amigos, aunque tampoco caía mal. Sufrió por las incontables lesiones y eso le ha hecho crecer.

Xavi y su idea exigen desequilibrio y en un fútbol en el que cada vez hay menos regateadores, menos jugadores que eliminen a rivales en conducción, el ex del Dortmund se antoja un rara avis imprescindible. Y si ahora mismo es el único capaz de aportar uno contra uno y centros desde la línea de fondo como el que dio a Abde frente al Betis quizás no se le puede exigir apoyo constante al lateral en tareas defensivas. Liberarle para preservar su frescura y lucidez. Ante la grave falta de gol del equipo Dembélé asume esa responsabilidad como se apreció en los 30 minutos que jugó el sábado. Se la juega pero lo hace, a menudo, demasiado escorado, buscando disparos inverosímiles. Acercarlo a posiciones más centradas, que tenga libertad para aparecer por todo el frente de ataque, podría contribuir a implementar su capacidad goleadora.   

Este Barça le necesita como al que más y el galo parece que acepta el reto pero necesita sentir que tanto el entrenador como el club están con él. Su entorno no es bueno, no obstante, posee personalidad para decidir su futuro más allá de los intereses económicos de quienes le asesoran. No tiene prisa. En su decisión influirá el peso que le otorgue Xavi, la continuidad y el valor que le dé y la importancia que detecte que tiene en la entidad. Y no habrá medias tintas. Será doble o nada: que el mosquito despegue y el Barça con él o que el zumbido se escape por la puerta trasera más pequeña de la historia azulgrana.