Oh, là, là, Dembélé!

Dembélé, imagen durante el partido contra el Leganés

Dembélé, imagen durante el partido contra el Leganés / sport

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Lo siento, sí, puede que ustedes me consideren exagerado. Y, sí, tal vez lo sea, pero quiero contarlo porque fue lo que pensé justo en el minuto y segundo en que Dembélé se quedó tendido sobre el césped, dolorido, lesionado.

En ese instante, recordé, milimétricamente, la caída y la salida en coche, casi con sirenas, de Leo Messi hacia la clínica Creu Blanca en aquel 26 de septiembre del 2015, cuando el argentino se lesionó ante Las Palmas y se supo que se había fracturado el ligamento colateral interino de la rodilla izquierda, que le mantuvo más de un mes de baja.

Lo digo porque la caída, la lesión, el parón, el susto, que provocó Dembélé anoche me recordó aquel instante. Insisto, no comparo a Messi con Dembélé (no, todavía no, después de lo visto anoche, todo se andará), solo hago que recordar el momento en que el corazón se me encogió, igual que anoche, hace más de tres años.

Fue tan tremendo el susto de aquella noche del 2015, que el silencio se hizo eterno en el Camp Nou. Anoche, que ya había mucho silencio en el ‘estadi’, porque solo acudieron 50.000 aficionados, también ocurrió lo mismo. La razón no era otra que cayó lesionado el mejor futbolista que el Barça tenía sobre el césped y, sobre todo, el jugador que lo había hecho absolutamente todo bien y provocado los oooooh de todo el público.

Lo que anoche hizo Dembélé no fue empezar a justificar su fichaje. Eso, seguramente, jamás podrá justificarlo del todo, porque muchos creen que un futbolista no puede costar lo que costó el francés. Cierto. Como tampoco lo que se pagó por Coutinho, cuyo fútbol, al lado del de Dembélé, es para ponerse a temblar pensando que el muchacho que vino de Liverpool, tras provocar casi idéntico ooooooh, no termina de arrancar y sigue con una actitud triste, aburrida, penosa en cuanto a lo que se supone debería ser su contribución al buen juego del Barça.

La lesión, que parece ser un esguince duro, sí, pero no excesivamente preocupante, se produjo después de que Dembélé ejerciese de cuchillo en mantequilla, hiciese, sí, a menudo, de Messi, lo cual no parece al acceso de muchos de los jugadores del Barça (es decir, meter miedo como mete Leo), protagonizase eslaloms impresionantes, driblando uno, dos y hasta tres rivales y terminando muchas jugadas en cesiones precisas y muy peligrosas.

Ya ni les digo si analizamos la jugada de su gol, el primero de la cuenta culé, cuando, tras la carrerita, dos driblings y pared con Alba, mete su piececito derecha paralelo a la línea de gol, plano, preciso, precioso y, sobre todo, contundente en cuanto a la precisión de querer y colocar el balón justo en la cepa izquierda de la portería de Cuellar. Fue tan sencillo, tan fácil, tan lógico, tan normal, tan virtuoso en su ejecución que solo puede compararse su acción como si la hubiese protagonizado Messi.

Ahora que Dembélé ha alcanzado ya vuelo, ha despegado, es, tal vez, el momento de destacar y elogiar, sin duda, la gestión que Ernesto Valverde hizo, en su momento, de aquellos escándalos que algunos quisieron convertir en la sentencia para prescindir del francés a las primeras de cambio. Y el ‘Txingurri’ hizo todo lo contrario: lo convirtió en titular, sabedor de que lo necesitaba, era la manera de que acabase cogiendo vuelo y, sobre todo, de demostrarle que todos le querían, le necesitaban y le ayudaban.

Si nos olvidamos de Messi, ya, sí, cosa imposible, incluso anoche con su providencial aparición, lo que anoche vimos de Dembélé es de las cosas maravillosas que hemos visto en el Camp Nou en años. Y de ello se tienen que congratular todos los culés.

Nadal y sus amigos, en Melbourne

Empieza la segunda semana del Open de Australia y no solo está ese rejuvenecido Rafa Nadal, que parece un veinteañero, sino también Pablo Carreño, Roberto Bautista y Garbuñe Muguruza, lo que demuestra la fuerza del tenis español y, sobre todo, la posibilidad de seguir soñando en el primer Grand Slam de la temporada. Todos han estado impresionantes, todos.

Los ‘hispanos’ aún están vivos

Todos les llaman los ‘hispanos’, tal vez porque muchos tienen la sensación de que son auténticos ‘gladiadores’ del deporte, pero sí es cierto que esos hombres grandes, grandísimos, enormes, que componen la selección de balonmano van a tener una nueva oportunidad de meterse en semifinales, pues anoche Brasil ganó (29-26) a Croacia y aún hay vida. Muy merecida, pues estos leñadores se la merecen.

La mala suerte de Jorge Lorenzo

Ellos nunca, jamás, están a salvo de estas cosas. Por eso son, casi, los únicos deportistas que no cantan victoria hasta que no cruzan la meta del último gran premio. Los pilotos de motos saben que están expuestos a todo. Y ayer supimos que Jorge Lorenzo se rompió el escafoides, un hueso maldito para ellos, de su mano izquierda tres días antes de presentarse con su nuevo equipo, el campeonísimo Repsol-Honda. Lo operan hoy. Más mala suerte, imposible.