El déficit que el Barça no se puede permitir

Leo Messi y Suárez, en el entrenamiento

Leo Messi y Suárez, en el entrenamiento / AFP

Jordi Costa

Jordi Costa

El Barça ha ido introduciendo matices a su juego para corregir las disfunciones que Valverde detectaba. Por poner un par de ejemplos, empezó la temporada con Coutinho como interior pero enseguida dio cabida a Arthur para ganar pausa, o regresó a la disposición defensiva del curso anterior en cuanto vio que su equipo encajaba demasiados goles. Sin embargo, hay un mecanismo que no ha evolucionado y que puede ser un problema ante el Liverpool: la salida de la presión.

Acostumbrado a sacar el balón jugado desde atrás, no es habitual que el rival de turno se atreva a adelantar las líneas para ir a buscar al Barça a su zona de confort; pero cuando pasa no hay un manual de instrucciones para dar respuesta a este escenario. Sucedió en los últimos minutos de la eliminatoria contra el Lyon, en el inicio del partido ante el United en el Camp Nou y la situación se reprodujo el sábado frente al Levante, justo cuando el campeón se había adelantado en el marcador y los valencianos levaron anclas. 

En este sentido, es una ventaja que Ter Stegen tenga la capacidad de poner el balón donde quiera para saltar líneas de presión, pero necesita algún receptor libre, y sólo encuentra uno a lo lejos. Cuando el rival marca hombre a hombre desde el inicio de la jugada, el portero alemán no tiene pases de primera línea y tampoco halla a ningún centrocampista, de modo que su único recurso es buscar a Suárez en el círculo central, en un intento de que el uruguayo baje el balón y empiece a construir desde allí y, a la vez, de minimizar el riesgo de perder la posesión cerca de la propia portería.

Cuando la conexión funciona, es medio gol: el rival está descubierto atrás y el Barça hace daño con espacios abiertos. Así sucedió hace poco frente a la Real Sociedad: un pase raso de Ter Stegen a Suárez permitió al Barça saltar directamente al campo contrario y originó el gol de Jordi Alba. Pero, por una cuestión de probabilidad en un pase de 40 metros, lo normal es que sea la defensa rival quien se lleve el balón -y más si Van Dijk anda por allí- e inicie el contraataque, lo cual haría recomendable tener algún plan alternativo.

Más que nada porque el Liverpool elabora poco pero es atrevido adelantando líneas, y porque Klopp es un maestro del gegenpressing, con el que su equipo impide los pases interiores cómodos en el campo rival. Los reds no sólo esperan el error del adversario sino que lo propician, y la obligación del Barça es buscar soluciones para no cometerlo.